Aún no hemos caminado al borde del abismo. Hay espacio para dos pasos, por lo que perder ante Argentina no será el final, pero casi. Habrá habido un momento para mirar hacia el acantilado, y entonces aparece el miedo inoportuno.
Con los jugadores venezolanos nunca se sabe. A veces se esconden: a veces como hombres dudosos como frente a Bolivia y Uruguay; otros, de futbolistas decididos y dispuestos a las grandes empresas. Como este jueves, un día después del decimotercer aniversario de su mayor logro. El 11 de octubre de 2011, en Puerto La Cruz. ¿Podrán volver a conjugar el verbo victorioso que hizo que sus oponentes abandonaran el Estadio José Antonio Anzoátegui mordiéndose la camiseta de pura rabia?
Mañana Lionel Messi la recordará. Él, en la plenitud de su juventud, de sus 24 años bien vividos y jugados, cayó en la emboscada urdida en los planes de César Farías, seleccionador nacional de la época. Y él, sagaz en lo argentino por su conocimiento de ese fútbol, tendió la trampa con un mediocampo que se anticipó a todo, con tres jugadores sin complejos haciendo florecer su buen fútbol. Tomás Rincón, Juan Arango y César González vacilaron y tejieron la red. Messi, no pasas; Ángel Di María, no pasarás.
Y no pasaron. Fue un intento, pero qué pasa. Y ese recuerdo podrá vagar por toda la campiña oriental el jueves. Olvidados los reveses ante bolivianos y uruguayos, la selección debe volver a sus mejores tiempos, los que vivió ante Chile y Brasil. Argentina, derrotada por Colombia, viene con la certeza de su superioridad como campeona del mundo y por mucho que lo digan no creen que una tal Vinotinto pueda repetir lo ocurrido en 2011. Quizás Messi regrese, pero ya lo sabe. lo que es la derrota para el venezolano. Frente a él tendrá jóvenes que lo apurarán y correrán porque los años le están pasando factura, sin importar si se llaman Lionel. Y más que la estrella, había que vigilar a un joven de veinte años que se presenta como sucesor: se llama Alejandro Garnacho, una combinación de buenas maneras y dureza en el asentamiento. Y también Lautaro Martínez, pasó un gran momento; Y qué decir de Julián Álvarez, a veces subestimado pero un jugador sin límites. En definitiva, hay que tener cuidado incluso con sus sombras, porque a veces, cuando las cosas no salen como queremos, ellas también deciden.
Después de este capítulo, la Vinotinto debe ir a Asunción para enfrentarse al duro Paraguay, equipo muchas veces olvidado pero que viene de vencer a Brasil, en toda la línea guaraní. Por eso, caer ante Argentina, si bien no será la vida ni el final de una carrera mundialista, podría ser el movimiento que coloque a Venezuela a un centímetro de algo parecido al infierno del fútbol. Derrotarlo sería entonces alejarse de las llamas ardientes y entrar en contacto con el cielo mismo.
Noche para preguntarse
Ese día enseñó que el fútbol no es para genios, sino para aquellos que están convencidos de que todo es posible. Gigantes como Lionel Messi, Javier Mascherano y Ángel Di María a un costado del campo; tipos sin tanta resonancia como Nicolás Fedor, Juan Arango y Salomón Rondón por el otro. Argentina es brillo, fama, pero no consigue el recorrido. Venezuela es sudorosa, brinda generosa y sabe hacia dónde va. Alejandro Sabella, técnico de la Albiceleste, lo reconoció: “Nos eliminaron en orden. Nunca se perdieron.»
Quien no se perdió fue Fernando Amorebieta, en el momento en que se cuestionó su nacionalidad: nació en Anzoátegui y casi siempre vivió en el País Vasco. ¿Pero a quién le importaba en medio de esa alucinación?
Gol, un balón que rompe la virginidad del gol, ahora ríe, ahora llora. El prodigio había sido posible.