En la tercera mitad del siglo XIX, el juego de ajedrez en Europa se caracterizó por la crisis napoleónica, la restauración de Fernando VII y la expansión territorial de la parte sur y oeste de los Estados Unidos, que una vez ocupó el estado francés de Luisiana. Las islas de Florida, que ya eran una posesión británica (entre 1763 y 1783), fueron vistas por los españoles como posesiones negociables para que los estadounidenses evitaran ser recuperadas por los británicos.
Florida fue aclamada por los independentistas como un lugar ideal para una clara victoria. Su ubicación en el Caribe y su cercanía a Cuba le permitía transportar municiones y víveres a las banderas del Rey en Sudamérica. La Florida, con su capital en San Agustín, era una colonia escasamente poblada y estéril con miles de habitantes. Dentro del Imperio español, tuvo una función estratégica como paso obligado para cualquier fuerza hostil que pudiera amenazar a Cuba desde Florida, o como ruta para los galeones que pasaban por sus costas en su camino de regreso desde el Nuevo Mundo.
Hablamos del «pacificador» Pablo Morillo reduciendo Cartagena y Venezuela y Simón Bolívar pidiendo ayuda en Jamaica y Haití. Recordemos también que la aparición de Francisco de Miranda en las regiones del Caribe, particularmente en Florida, fue pública durante el fragor de la Guerra de Independencia. Un movimiento al que pudo haber conocido Gregor MacGregor, un joven escocés de gran talento militar, aventurero, aristócrata, graduado de la Universidad de Edimburgo, y líder destacado del movimiento al que nos queremos referir brevemente.
Todo comenzó en Baltimore, Estados Unidos. En este pueblo confluyeron mercaderes, piratas, corsarios, mercenarios y amantes de la idea de enriquecerse de la noche a la mañana. Además, allí se reunían patriotas hispanoamericanos de algún tipo de movimiento revolucionario contra la monarquía española. En esta ciudad portuaria conspiraron Gregor MacGregor, Pedro Gual, Juan Germán Rossio, Vicente Pazos y el corsario francés Luis Ori.
De este círculo surge la aprobación para la invasión de la isla Amelia en la península de Florida, proyecto concebido por MacGregor con la posible aprobación del Libertador. Este acto fue ratificado por Venezuela, Nueva Granada, México y las Repúblicas del Río de la Plata. A través de delegados, firmaron un documento en Filadelfia, en el que asignaban a McGregor, general de brigada de la expedición y representante de los respectivos gobiernos, la misión de armar los barcos y conferir títulos navales y militares a los oficiales. Libertad del este y oeste de Florida.
En su razonamiento enfatizaron que una vez lograda la meta, el libre albedrío de sus habitantes tendrá la última palabra. El 29 de junio de 1817, las tropas de MacGregor capturaron fácilmente Fort Fernandina, el muro militar más importante que protege la región y, a su vez, la capital de la isla Amelia. La guarnición al mando de Francisco Morales se rindió. Se firmó una capitulación muy generosa para los monárquicos.
Venezuela y su vecino del norte tienen una complicada historia de relaciones que debemos conocer.
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