El empate en la doble fecha significó que la Vinotinto tuviera un movimiento mucho menor del que hubiera esperado para mantenerse en los puestos de clasificación al Mundial 2026 hasta la cuesta arriba que tuvo que afrontar.
Sólo la situación cambió cuando se reanudó la competición, tras el parón obligado por la disputa de la Copa América en Estados Unidos. Por un lado, la posibilidad de sacar puntos de la visita a Bolivia se vio trastocada cuando la Conmebol aprobó que los montañeses trasladen su sede del tradicional Estadio Hernán Suazo de La Paz a 4.090 metros de altura al Estadio Municipal de El Alto. En este nuevo escenario convenía olvidarse de jugar al fútbol y evitar mayores daños, buscar el empate o, en el peor de los casos, perder por goleada.
Pero Bocha Batista tuvo el peor partido desde que asumió como técnico. El técnico pensó que podía atacar a Bolivia e incluso incurrió en el exceso de colocar dos delanteros, Jhonder Cádiz y Salomón Rondón, en un partido donde se sabía de antemano que Venezuela difícilmente tendría oportunidades de disparar a puerta; porque en el techo del mundo ningún deportista de alto rendimiento puede exponerse a la altura sin pagar el precio de una inadaptación a estas condiciones extremas de vértigo, vómitos e hipoxia.
De hecho, tras su silencio sobre el tema de la altitud, el propio Batista tuvo que admitir que jugar en El Alto «es inhumano». Si sabía que no había la más mínima posibilidad de pelear contra los Verdes, ¿por qué no optó por defender fielmente como lo hizo como invitado ante Colombia y Brasil, de donde Venezuela salió con mínimos daños en Barranquilla y logró recuperar el poder? ¿Su oposición con un positivo de altos vuelos ante la Amazonia? Perder contra Bolivia no hubiera dolido tanto, si no hubiera sido por los cuatro goles que consiguió la Vinotinto, una victoria inesperada que a la hora del recuento final en la batalla por el sexto y séptimo lugar de la clasificación podría ser decisiva.
Quitarle un punto a la Uruguay de Marcelo Bielsa también habría sido un gran logro si los uruguayos hubieran venido a Maturín con todas sus estrellas. Pero las doce víctimas de la Celeste brindaron la mejor oportunidad para repetir la hazaña de la Vinotinto de Richard Páez en Maracaibo 2001 y Montevideo 2004. Venezuela lo intentó pero fracasó. La falta de potencia es una debilidad que sigue al equipo, más allá del segundo aire que vive Salomón Rondón. La contabilidad se vuelve complicada. Los 20 puntos que Batista quiere llevar al Mundial le exigen sumar al menos nueve positivos en los cinco partidos que le quedan como local y sumar algo más fuera.