Simone Biles y Rebeca Andrade están subiendo el escalón que lleva al podio de los ganadores, y la gente que sigue los Juegos Olímpicos de París y todos los eventos deportivos se está acostumbrando al color de su piel.
Las sonrisas de las dos gimnastas de piel oscura, una estadounidense y afroamericana ganadora de oro, la otra afrobrasileña, de plata, son la metáfora de un mundo en transformación. «Gira, il mondo, gira», decía una canción italiana, y en verdad así ha sido y sigue siendo.
La cosa es que nunca había rotado como esta vez, especialmente en aquellos deportes donde un jugador de piel negra era una rareza. Si seguimos partidos de fútbol, sobre todo los de Europa, es habitual verlos; Ya no es una sorpresa y más bien, exagerando un poco, casi un acontecimiento ver a un futbolista de piel blanca compitiendo por balones en retransmisiones televisivas…
Los equipos de países europeos están plagados de jugadores de piel oscura, de piel muy oscura. Hace unos años era impensable mirar uno de ellos en Bélgica, Holanda o Noruega, por nombrar tres países «catire», como llamamos a los de piel clara en Venezuela, porque ese ha sido su desarrollo histórico.
Las migraciones de personas de otros continentes, especialmente de África, han cambiado el biotipo de las sociedades europeas; Hoy, en el deporte, podemos ver a los hijos y nietos de los aventureros que llegaron en busca de una vida mejor. Por eso, no es de extrañar ver a jugadores negros en clubes y selecciones, a chicos legales españoles o italianos, o alemanes, o ciudadanos de cualquier país de Europa los domingos en los campos defendiendo su camiseta…
Pero, y como no todo es comunión, el rechazo a esta realidad todavía se siente en los estadios. Los que no aceptan ser representados por «africanos» y lo expresan con gritos profanos y grotescos movimientos de segregación.
Así, los futbolistas venezolanos, entre ellos Salomón Rondón, pueden recordarlo con cierta amargura y esperar que esto algún día termine, luego de pasar por momentos bochornosos en Rusia derivados de la no aceptación.
En otra época, ni Simone Biles ni Rebeca Andrade habrían podido subir al trono del podio, ni Romelu Lukaku jugando con Bélgica, ni Lamile Yamal defendiendo la camiseta española. Pero la sociedad, a pesar de los sonados reproches por su color de piel, está cambiando, dejando ciertos prejuicios en el camino del olvido, y creciendo para mejor. «El mundo gira, gira».
Te veo allí.