Todo ha cambiado en el fútbol, así no haya cambiado nada. El acertijo de palabras, como todos los acertijos, tiene una explicación.
El fútbol, en su esencia, en su naturaleza, es el mismo de siempre y sin que sus leyes se hayan modificado. Donde sí se han sentido otras manos, y por eso decimos que “todo ha cambiado”, es en sus manejos, en aquellas intimidades que ahora son parte de las grandes decisiones que pueden cambiar destinos de partidos y campeonatos, así este sea el propio Mundial.
Sabemos que tal presunción puede sorprender, hacer que se alerten los fusiles de la suspicacia, pero no es posible pensar que inversiones ultra millonarias como las que hoy recibe el juego sean así, de “amor por el deporte” y porque “es importante su dispersión por todo el planeta”…
Aclaramos: no estamos escribiendo que las firmas internacionales, aquellas que traspasan mares y fronteras, vayan a decidir, de antemano, “este equipo o selección tiene que ganar tal campeonato”, porque no creemos que vayan a llegar a tanto. El fútbol tiene mucho de sabiduría, pero también chispas de imprevistos y magia.
No es eso, ´pero sí planificación para armar competencias en el sentido de que a este gigante no le toque contra este otro gigante, y así por el estilo. No perdonarían, ni la Fifa ni las empresas omnipotentes, que Argentina y Brasil vayan a chocar en las primeras de cambio, ni que Francia y España se vean las caras en la primera rueda.
Hay métodos, hay maneras para evadir y no colocar en los mismos grupos a países de la misma Confederación. ¿Esto lo ha hecho solo la Fifa o ha recibido influencias externas? Asunto difícil de comprobar porque el camino tiene recodos y escapes, y porque además, ¿es esto bueno o malo para el fútbol del mundo? ¿Resistiría el empuje de los nuevos tiempos sin ese apoyo publicitario? ¿Qué sería de las versiones femeninas del deporte sin ese hombro con hombro?…
Hoy no hay deporte profesional que escape a esta realidad, y ya resulta extraño mirar a una cancha o un gimnasio sin avisos luminosos de marcas y símbolos. Apuntalar al deporte es una magnífica manera de propulsar la publicidad, y aunque el fútbol, por ejemplo, se ha negado rotundamente a llevar nombre de empresas o productos en las camisetas de los jugadores, no sabemos hasta cuándo resistirá el aluvión promocional.
Ya vemos nombres de empresas y sus derivados en el baloncesto y el voleibol, y aunque Estados Unidos es el imperio de la publicidad, aun el beisbol, su deporte nacional, como el fútbol, siguen siendo bastiones de la resistencia.
Nos vemos por ahí.
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