Dicen que de vez en cuando la historia se repite, y parece que una frase así tiene un contenido muy cierto.
En Argentina, en 2011, los penales impidieron a la Vinotinto cruzar el umbral y ahora el sueño de la gran final; La noche del viernes, en otra jornada de fatalismo, no le permitió a Venezuela acceder a las ansiadas semifinales. Es como un fantasma que ata, que obstaculiza, que no permite que los jugadores del país tengan el sentido y los nervios bien puestos para hacerlo realidad.
Fue una agonía desesperada presenciar el juicio y el odiado final. Debemos preguntarnos: ¿no estaban preparados los venezolanos para tal decisión, nunca se pensó que esto pudiera suceder? ¿O tal vez habían subestimado el potencial de Canadá? Porque, y en esto debemos ser objetivos, los canadienses mostraron garras y dientes desconocidos; Era un equipo de solución, y si no consiguieron más fue por cierta ansiedad a la hora de ejecutar. La Vinotinto, y si analizamos el partido nos daremos cuenta de que nunca amenazaron, lo que se llama amenazar, el arco norte. Fueron, lucharon como debían, pero sin el peligro inminente que haría cantar a la gente ante el querido gol.
Sólo Salomón Rondón, otra vez un alma solitaria, logró salvar de hundirse a un equipo que nunca encontró su fútbol y su verdad. Con Yeferson Soteldo luchando con poca suerte y muy apegado a la atracción del balón, y con un mediocampo que no encontraba caminos, Venezuela perdió, fue menos, hasta encontrarse con los tiros de punto que terminaron siendo su perdición. ¿Qué estaban pensando los chicos cuando por primera vez los invadió la duda?
Había valores que salvar, pero algunos de ellos también se perdieron por completo. La defensa central, la sensación de oportunidad, el orden de desarmar al rival e ir a buscarlo, pero aspectos del juego que se vieron ante Ecuador, México y Jamaica, pero perdidos ante Canadá en la noche del olvido. Con el fútbol en pleno apogeo, con sus posibilidades, quizás hubiera sido un resultado diferente; Bueno, al menos en teoría futbolística, a veces de forma traicionera.
Pero como defensa conviene hacer una reflexión. La actuación de VInotinto en la Copa América es algo a salvar, hasta cierto punto a elogiar. Tenía un grupo sin mayores complicaciones y un rival de cuartos de final, en ascenso, pero aún sin gran cartel futbolístico, pero siempre tuvo el coraje y la convicción, a excepción de Canadá, para lograr superarlos. Venezuela, después de la Copa América, estaba en buena forma, con un futuro claro en sus ambiciones para tantas cosas. Un aplauso, un aplauso moderado, para una selección que dejó dudas, pero sobre todo esperanza en un mañana en el que podamos creer.
hace 13 años…
A la Vinotinto le tocó comenzar la saga de la Copa América de Argentina en 2011 contra el Brasil de Kaká. Desbordamientos, disparos al poste, el cronómetro avanzaba y la hazaña estaba hecha: empate sin goles y sonriendo porque no podíamos creer lo conseguido.
Días después, Ecuador cayó 1-0 y luego empató, 3-3, en un partido de fútbol y fuego ante Paraguay. Chile surgió con pretensiones de ser un gran equipo, pero la formidable Vinotinto los venció 2-1 para llegar a la inesperada semifinal.
Nervios por aquí, nervios por allá, y el equipo, entonces dirigido por César Farías, sucumbió en los inciertos penales ante los paraguayos.
Fue un dolor enorme no haber podido competir por el título, pero esa actuación siguió siendo la mejor de la historia de Venezuela y sirvió para hacer crecer el amor por una camiseta que ahora es respetada en todo el continente.
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