Hay una manera simple y directa de cambiar el razonamiento.
Bastaría con que un aficionado abra la página de los partidos internacionales que anuncian los programados para la semana pasada y el inicio de esta, y luego entre en un estado de «demencia descontrolada», de «esquizofrenia paranoica» porque no encontrará dónde. ver Aquí y allá, de un lado y del otro estará el movimiento de las selecciones, siempre buscando nuevos horizontes.
El perfume del Mundial de Qatar no se ha disipado del todo cuando empieza a oler, con su maravilloso aroma a Chanel, el de 2026. Se disputan partidos no oficiales en todos los rincones del planeta en busca del equipo ideal, y aunque son conscientes de que no podrán definir nada, son laboratorios experimentales en busca del eslabón perdido del fútbol ideal.
A menudo se eligen oponentes de diferentes valores en términos de juego; es decir, un sudamericano a un europeo y viceversa, un asiático a un americano, un africano a otro de concepciones opuestas. Venezuela, por ejemplo, se enfrentará a Arabia Saudita y mañana se enfrentará a Uzbekistán, dos referencias en sentido contrario; uno, manejador de balón y de probada delicadeza y poca eficacia para el fin; el otro, de dureza en la marca y practicidad para llegar a la meta.
Entran en escena la Argentina campeona, la siempre elegida Brasil, Uruguay, Ecuador, Bolivia, Perú, Chile, Colombia, Paraguay y Venezuela. Son movimientos de estiramiento, estiramientos, en los que algunos jugadores comienzan a labrarse sus despedidas mundialistas, y otros muy jóvenes se destacan hacia Canadá, Estados Unidos y México. En estos partidos siempre aparecen nuevos genios y figuras renovadas, aunque el calendario del fútbol ruso minimiza estas preocupaciones, a veces tomadas como una falta de respeto por parte de los mayores. Por razones genéticas y de sólida formación, el proceso de madurez es más difícil para los europeos que para los países americanos, pero una vez colocados allí se consolidan de plano y durante años.
Pero, hay muchas mentiras en cada gira. Una de las armas que utilizan los directores técnicos es, como las de los caudillos de antaño, la promesa ligada al tiempo. “Pronto, en unos meses, se puede ver, la propuesta ya está en forma, los chicos entienden el proyecto…”, frases que forman parte del discurso que suelen utilizar, sobre todo los de países sin demasiado Munno. aspiraciones copas y que, por encima de los resultados, sólo aspira a mantener su sitio y su futuro en el equipo que tiene a su cargo.
En definitiva, un colorido universo de juramentos que queda en evidencia cuando, tras las pruebas, se disputan los partidos reales. Unos jerarquizan, otros se detienen en el camino, y vuelven a empezar porque la rueda del tiempo no se detiene.
En Europa son serios
Y mientras el mundo se llena de fútbol con los llamados amistosos, en Europa se vive una lucha diferente.
Los equipos de ese lado del mar comienzan a ser eliminados para la Eurocopa 2024, con el Italia-Inglaterra con la bandera de las preferencias y el antagonismo. Lo que ahora se vive en ese lado del mundo es un hecho diferente, pues además de ser más competitivo por naturaleza de su importancia, remite a rivalidades ancestrales que van más allá del mero juego.
En un partido entre españoles e italianos, todos se juegan la vida, porque el resultado se refleja en otros ámbitos de la vida cotidiana. Se dice que el euro es para los países que lo disputan, así son los enfrentamientos, tanto o más importantes que el propio Mundial, porque el sentimiento nacionalista en ese continente está demasiado arraigado.