Quizás, mirando hacia atrás en el pensamiento histórico, desde los tiempos de Manuelita Sáenz y Mariana Carcelén y Larrea, marquesa de Solanda, pocas veces Ecuador ha estado tan cerca de Venezuela. Los dueños del amor de Simón Bolívar y Antonio José de Sucre, dos quiteños, acercaron a los dos países a lo largo de los años, y quién lo diría, ahora el fútbol es la tarea que vuelve a acercar a los dos pueblos. bandera. Sólo que esta vez no es el amor de hombres y mujeres, sino el enfrentamiento entre dos equipos lo que sostiene las ambiciones de llegar a la Copa del Mundo en lo más alto.
El partido de mañana en Maturín puede marcar puntos y tendencias, puede ser decisivo a su manera, porque el ganador tendrá frente a sí un panorama amplio, colorido, para asumir el futuro inmediato desde lo alto…
Sabemos que Ecuador mantiene su cerco de Quito como una fortaleza inexpugnable, ese muro de puro hormigón para repeler a cualquiera que allí se presente. Sin embargo, vale recordar que Venezuela, en la era Richard Páez, derrotó contra todos los pronósticos a los ecuatorianos con un inesperado gol de larga distancia de José Manuel Rey. Mañana será diferente, eso es seguro.
Seguramente le tocará a la Vinotinto aguantar todo ese derrumbe de Ecuador en los primeros minutos, tragarse la riada a veces desordenada y caótica, ir poco a poco hacia la conquista del botín. Los ecuatorianos, porque esa es su percepción del juego, muchas veces salen a buscar al rival sin mirar quién es: no entienden el fútbol de otra manera. Sin embargo, son frágiles en su aspecto defensivo, en entender la armonía que debe haber entre tener el balón y perderlo.
La Vinotinto ha demostrado su valentía pero también su inteligencia, vista de sobra ante Chile, para asumir las acciones; Puede darte ventajas sobre un rival serio…
Venezuela no puede tener otro objetivo que el Mundial. Esos días de conformismo, de sentirse realizado empatando o “perdiendo con dignidad” ya son parte del libro de anécdotas. Ahora se trata de ganar, de tomar el camino hacia lo invencible, hacia la iniciación, para desatar en el país una convulsión social como la de 1941, como dicen, cuando el béisbol alcanzó su apogeo al ganar el Mundial en La Habana.
La gente no se va a conformar con menos porque la espera ya es larga. Siempre se ha buscado, nunca se ha conseguido, pero quizás haya llegado el momento. Ganarle a Ecuador nunca fue tan importante.
Te veo allí.