Neymar ha sido, a su manera, el salvador del fútbol brasileño. Especialmente en Mogi das Cruces, en las afueras de Sao Paulo, el lugar donde nació y creció el jugador de 31 años. Porque hay que recordar que Neymar fue bendecido por la vida, que le dio la gloria de la grandeza que sólo se da a los elegidos.
Sorprendió a todos, llegó a las categorías menores y mayores del Santos, y una ex estrella, una de ellas en cada generación, preguntó por él: «¿Quién es ese pibe?». Se vio a sí mismo, en los reflejos de la vida, en el chico de 17 años. Sus locas trampas, sus felices engaños, sus extraños hechizos hacían recordar lo que hacía a esa edad; Era Pelé.
A Neymar le entregaron, como legado y anuncio de lo que vendría después, la mítica camiseta 10 que lució en su gloria su ídolo, y ahí comenzó la historia del «garoto», el ir y venir de un hombre designado para empresas que lo hizo. no han podido cumplir plenamente…
Vimos a Neymar contra Bolivia, lo vimos contra los peruanos y nos preguntamos: caray, ¿por qué Neymar no siempre fue Neymar? Ese jugador, capaz de tumbar a compañeros y rivales, el que hace del fútbol una alegría y una pasión, fue él una vez, muchas veces, pero no todas.
De vez en cuando hubo distracciones, sin asumir su papel histórico y el terrible sonido se desvanece en el fondo de la sinfonía del fútbol mundial. Debería haber sido el mejor de esta época, ganando dos, tres, Balones de Oro interminables, pero no, porque su indiferencia, sin enfatizar lo que podría haber sido, lo empujó por otros caminos. Todavía hay tiempo, todavía tendrá posibilidades de ganar el Mundial, porque al final del camino, Neymar sigue siendo el Neymar que todo el planeta está esperando. ¿Ha vuelto Neymar? Parece que sí, parece que sí…
Ahora hagamos un comentario sobre Alemania. Vimos cómo, contra todo pronóstico, se apoderaron del campeonato mundial de baloncesto al vencer a la poderosa Serbia en la final. Antes, en semifinales, había eliminado a Estados Unidos y su NBA hasta que tomó la gran decisión. Ese mismo día, el pasado domingo, dio lástima seguir la caída, por un acantilado, de su equipo de fútbol.
Sin imaginación, sin los valores reconocidos de todo lo que eran capaces de hacer en un terreno de juego, vimos cómo Japón les pasaba de largo, los humillaba en suelo alemán con el 4-1 que hablaba alto de la culminación de una debacle ya en marcha en muchos años.
La gran Alemania, orgullosa de su razón de ser germánica, de su altivez, ha desaparecido. Ahora viene otro, en muy pocas horas, que hay que rehacer y componer de norte a sur, de este a oeste.
Te veo allí.