El fútbol todavía tiene problemas que resolver. Y entre ellos, por supuesto, el más importante de todos, la acción suprema que da razón de existir a este deporte: el gol. El pasado domingo, y por culpa de estas casualidades, se disputaron dos derbis casi simultáneamente, unidos en pasiones, pero separados en la distancia por miles de kilómetros.
En Rosario, Boca Juniors y River Plate se enfrentaron en un partido de profundo enfrentamiento, de rivalidad irreconciliable que suele terminar en líos entre los bravos conjuntos de uno y otro. Y en Madrid, Real Madrid y Barcelona, además de su profundo odio sin odiarse, se disputaron el virtual campeonato de España.
Y luego, vaya, sucedieron dos escaramuzas que podrían haber cambiado el destino de estos juegos. Bueno, en estos episodios, cosas así suelen suceder, sin sospecharlo, como si los ángeles del fútbol los guardaran solo para momentos de tanta importancia…
Y entonces sucedieron los episodios extraños, de esos que sólo pueden pasar en estos juegos. Con el partido empatado a uno, River anotó un «gol», así, entre comillas porque realmente nunca lo fue, que hubiera desequilibrado el marcador y hubiera tenido consecuencias inesperadas. Tibias protestas, «sí, fue gol, señor árbitro», dijeron los jugadores con camiseta blanca y franjas rojas diagonales en el pecho, pero el árbitro, apoyado en su visión, la del juez de línea y finalmente la del VAR, decidió que el El balón aún no había cruzado la línea para confirmarlo. Al final, con Boca ganando 3-2, cuánto hacía falta ese gol en las ambiciones de River Plate…
Un salto al Atlántico y Lamine Yamal, con la sutileza propia de quienes aspiran a convertirse en estrellas en un futuro próximo, empuja la pelota con un taco. El Barcelona reclama su gol, y el árbitro, pasivo, como quien oye la lluvia, no lo da por bueno, y con arrogancia no recurre a la ayuda del VAR. Los blaugrana reclaman;
Xavi Hernández, su entrenador, se lleva las manos a la cabeza y protesta con vehemencia, pero no hay fuerza humana que pueda cambiar las cosas. Sí, había un objetivo, al menos presumiblemente; El balón pareció traspasar la línea y con el partido empatado a uno el Barcelona se adelantó. Y así están las cosas: al final el club catalán sucumbió con el mismo marcador que el partido de Argentina.
Y con los perdedores perseguidos por el mismo mal, por los fantasmas de la maldición, sus objetivos no entraron en los anales de la batalla, sino que entraron en el lado oscuro de la ciencia futura, es decir, lo que pudo haber sido y nunca fue. .
Te veo allí.