Los machos de las ranas europeas persiguen, asustan y obligan a las hembras a aparearse para poder alcanzarlas. Estos esfuerzos pueden provocar fallos reproductivos en ambos individuos y costar la vida a las mujeres. Anteriormente, se pensaba que eran pasivas e incapaces de resistir la coerción masculina, pero una investigación reciente publicada en la revista Royal Society Open Science muestra que las mujeres tienen diferentes estrategias para evitar a los hombres que no eligen.
Cuando los intereses o estrategias reproductivas difieren entre hombres y mujeres, esto puede llevar a un conflicto sexual. Durante la corta temporada de reproducción, que dura dos semanas en la primavera, la proporción de sexos suele estar sesgada con una gran mayoría de machos. Esto hace que muchas personas se unan y peleen entre sí por una mujer. Iñigo Martínez-Solano, del Departamento de Biodiversidad del Museo Nacional de Ciencias Naturales, explica que ante este escenario, «terminan perdiendo porque muchas veces mueren asfixiadas por el grupo de ocho ranas que se les coloca encima». Estas acumulaciones se conocen como bolas de apareamiento.
La científica Caroline Dietrich del Instituto de Etología Konrad Lorenz de Viena recolectó 96 ranas comunes hembras y 48 machos durante la temporada de reproducción. Colocó un macho y dos hembras de diferentes tamaños en una caja que contenía cinco centímetros de agua y les permitió moverse libremente durante una hora mientras grababa en vídeo su comportamiento. Los machos no aceptaron la señal de rechazo, pero el investigador constató que las hembras realizaban maniobras evasivas para alejarlos.
Entre las estrategias para evitar a la pareja, la más común fue la rotación, donde la hembra intenta girar alrededor de su eje para evitar el agarre del macho. El segundo es protestar. Dittrich describe este movimiento como un gruñido «profundo y de baja frecuencia», que cree que imita las llamadas de liberación que hacen los machos cuando pelean entre sí. También pueden emitir un sonido de frecuencia más alta que se describe como «chirrido».
El último y «más sorprendente» comportamiento fue la inmovilidad tónica que entendemos cuando nos hacemos los muertos. Las hembras alejan los brazos y las piernas del cuerpo para parecer muertas durante unos minutos. En uno de los videos analizados se ve al macho arrastrando a la hembra inmóvil. Después de soltarlo, la hembra mantiene su posición hasta que el macho regresa y luego se aleja nadando. Este es un comportamiento bastante inusual.
Tradicionalmente se ha asociado a la inmovilidad tónica como estrategia para evitar la depredación, pero en el contexto del apareamiento sólo se ha observado en arañas o libélulas «como defensa de último recurso», señala el investigador. País