Decir Karabobo significa mencionar la competencia realizada el 24 de junio de 1821 en la sabana del mismo nombre. Se refiere al encuentro del ejército realista dirigido por el mariscal de campo Miguel de la Torre contra el bando republicano dirigido por el General en Jefe. Simón Bolívar, en el contexto de nuestras luchas organizativas.
Carabobo es la invocación de esos inmortales que lideran batallones aguerridos y arriesgan su vida para que ningún extranjero decida su vida o su muerte.
Entre los muchos participantes de la memorable hazaña, mencionemos a los lanceros, por razones de espacio.
Originarios de los llanos de Venezuela, los lanceros eran conocidos por su agilidad y fuerza, y por el arma que les dio su nombre: la lanza.
Es muy interesante recrear la imagen de los británicos -actuales amigos de James Hackett y Charles Browne- que refleja el conflicto de culturas y cosmovisiones digno de una novela por escribir: «tropas patrióticas marchan en tropa, sin concierto ni orden; su equipaje es poco más que lo que cubre sus espaldas; están totalmente desprovistos de tiendas de campaña, y cuando vienen al campamento, lo hacen regularmente o sin sistema».
Otro personaje polémico, el legionario inglés Gustavus Hippisli, dice de los lanceros: «En las horas de descanso después de estar cansado de una marcha larga y rápida, o después de alguna operación contra el enemigo, Páez bailaba con su gente y bebía de esa copa o la de un compañero de armas encendiéndose el cigarro en la boca».
La estrategia y agilidad de los lanceros venía dada por el dominio y conocimiento que tenían del entorno geográfico a través de sus actividades comerciales y cotidianas. Llevaban grandes lanzas ya veces caminaban con la otra mano para dominar al animal que controlaban con una sola mano.
Cuando se acercaba un ataque, animaban a una marcha o contraataque frontal con uso de emergencia de su equipo.
Los llaneros sirvieron tanto en filas realistas como patriotas. Dice Simón Bolívar en el Informe de Carabobo: “La conducta del General Páez en la última y más gloriosa victoria de Colombia le dio el último grado en la milicia, y yo, en nombre del Congreso, le ofrecí en el campo de batalla el empleo de general a cargo. del ejército».
El Libertador ya había aprendido una lección: sin la participación sincera y eficaz de pardos, mulatos, negros y mestizos, la ruptura con España era imposible.
Evaluar la participación de negros y mestizos -laneros lanceros- en nuestra independencia no es desvincularse del tema principal, sino negar, por lo menos someter a las clases explotadas en nuestra gran guerra. En otras palabras, la subestimación del Negro Primero en Carabobo puede ser parte de las visiones elitistas y racistas de la historia que son ampliamente compartidas, consciente o inconscientemente, entre académicos y ciudadanos comunes.
Por tanto, los “restos simbólicos” de Pedro Camejo en el Panteón Nacional no son una realidad anacrónica o descabellada; por el contrario, es un símbolo de la lucha del pueblo por la libertad ayer, hoy y siempre.