Incluso antes de que comenzara el torneo, se sabía que las posibilidades de que cualquier otro equipo que no fuera Brasil o Argentina se clasificara para los Juegos Olímpicos de París eran muy limitadas. Asistir al mayor evento de competición multideportiva inventado en la antigua Grecia es más difícil que adentrarse en la celebración cada vez más globalizada de la Copa del Mundo. Por razones, no sólo futbolísticas, sino simplemente matemáticas, ser un deportista olímpico es mucho más elitista que ganar una Copa del Mundo.
Solo vale recordar que el Comité Olímpico Internacional solo otorga dos lugares a las selecciones de la Conmebol, mientras que la FIFA ha ampliado el número de participantes y para el Mundial tripartito de 2026 en EE.UU., México y Canadá, Sudamérica tendrá seis y un Mitad de plazas billete directo para los play-offs internacionales. Es más fácil entrar que salir.
El hecho de ser sede del torneo, actuar en un grupo más accesible y contar con un grupo de jugadores con experiencia internacional, mundialista y minutos en el fútbol venezolano, así como el trabajo planificado que ha venido realizando el cuerpo técnico encabezado por Ricardo Valiño. Fomentaron la ilusión de que al menos era posible que Venezuela avanzara a la plaza final en compañía del siempre poderoso Brasil.
Pero la realidad del fútbol sudamericano ha vuelto a quedar clara. Bolivia también está inmersa en un proceso de renovación y no vino de viaje al campeonato.
Si bien quedó eliminado tras la derrota del viernes por 2-0 ante Ecuador, mostró orden en todas sus líneas, trabajo táctico para controlar el juego y establecer el ritmo con el que se debe jugar, y solo le faltó, como siempre, una propina voraz. , fatal, que remató en el área para cambiar la suerte del torneo.
Ecuador demuestra que es uno de los países de la región que mejor se desempeña en las categorías menores. La nueva generación de futbolistas sureños, liderados por la magistral zurda de Yaimar Medina y apoyados en la fortaleza de John Mercado, han dejado al estado sureño invicto y con medio pie en la segunda ronda del campeonato. Jugadores potentes, altos y con una envidiable combinación de técnica y físico han transformado el fútbol ecuatoriano, cuyos equipos son protagonistas de la Copa Libertadores y Suramericana, exportando su talento a las mejores ligas de Europa. Esta selección sub-23 es un ejemplo tangible de ese trabajo.
Si bien la clasificación a los Juegos Olímpicos sigue matemáticamente al alcance de la Vinotinto Sub-23, se destaca el hecho de haber empatado el primer partido ante Bolivia, luego de ganar 3-1 y con un hombre en la cancha. Fue un golpe emocional muy duro de asimilar.
Gran parte de las esperanzas del equipo están puestas en la figura del joven David Martínez, cuyas recientes lesiones le han impedido mostrar todo su potencial como buen centrocampista y con la zurda más entrenada del país desde la época del gran Stalin Riva.
La «joya» de Monagas deambuló de un lado a otro en el duelo ante Bolivia, donde apenas tuvo contacto con el balón, sin involucrarse en el control, la fluidez y la generación de situaciones de riesgo que siempre se esperan de su talento.
Derrotar mañana a Colombia y luego eliminar a Brasil ni siquiera garantiza el boleto a la segunda fase, porque la Vinotinto dependerá de la combinación favorable de otros resultados e incluso del promedio de goles marcados y recibidos. Pero más allá de las estadísticas, está el fútbol. Venezuela debe demostrar en estos dos partidos que puede mantener el balón con mayor discreción para imponer condiciones y hacer sentir al equipo local en Brígido Iriarte.
Lacava, Segovia, Ortega y Rivas los logros más destacados
En las actuaciones individuales de la Vinotinto Sub-23 destacan tres nombres. Matías Lacava tuvo una actuación de primer nivel en su debut ante Bolivia. Es uno de los jugadores más técnicos de su generación, formado en el colegio catalán La Masía. La brutal entrada en el tobillo izquierdo que recibió ante los Highlanders afectó su actuación posterior ante Ecuador.
También hay que destacar la actuación de Telasco Segovia, un polivalente que prepara el juego, se desvela con su inteligencia para descifrar las acciones y decide con su elegancia dar el pase preciso. En el medio campo, la otra figura destacable es Bryant Ortega, quien comanda al equipo, recupera balones con más colocación que fuerza y profundiza el ataque con golpes.
Renné Rivas se ha mostrado muy sólido por la banda izquierda. Su ir y venir para defender y atacar con igual eficacia es inusual en los laterales venezolanos. El zaguero del Caracas FC tiene personalidad, pulmón y una bota educada para asociarse y definir.
Controlar el balón y saber manejar el resultado ha sido un error repetido
A modo de autocrítica, el técnico Ricardo Valiño señaló en el partido contra Bolivia que el equipo tuvo muchos problemas para controlar el balón y realizar varios pases seguidos.
El balón parece arder en las botas de los jugadores y urge avanzar con pases verticales, sin la pausa necesaria para meditar la jugada, golpearla con calma y con la cabeza fría para buscar al hombre libre. Cuando Venezuela ha encontrado la sabiduría de sus futbolistas más cerebrales para construir el juego, han surgido situaciones de riesgo y goles.
Para tener alguna posibilidad de superar a Colombia y Brasil, los de Valiño tendrán que confiar más en el fútbol cerebral de Telasco, Ortega y Martínez, si finalmente el mundialista sub-17 está en condiciones físicas y mentales para afrontar estos retos. Venezuela tampoco ha sabido gestionar el marcador. Contra Bolivia remontaron y se adelantaron 3-1, pero luego cedieron el balón. Lo mismo ocurrió ante Ecuador, a quien le regalaron el balón en el segundo tiempo y acabó replegándose en su propio campo.