“La culpa no la tiene la tecnología moderna, los culpables somos nosotros los que no la usamos adecuadamente”… Ana María Polo.
Como cada miércoles, hoy es el día del post. Por favor envíame tu nombre completo y la ciudad o pueblo desde donde me escribes o no podré responderte. Muy agradecida.
Jacinto Peñaranda, de Culiacán, pregunta: «Cuando no había televisión ni Internet, ¿cómo se enteró América Latina de lo que pasaba en las Grandes Ligas?».
Amigo Chinto: Tuvimos que esperar hasta el día siguiente, cuando aparecieron en los periódicos los cables de las agencias internacionales de noticias.
Dionisio Gil, de Caracas, pregunta: «¿Por qué un jugador de Grandes Ligas veterano y de tanta calidad como José Altuve cometió el enorme y costoso error de no recuperar la segunda base para regresar a primera después del elevado atrapado?»
Amigo Dioni: Instintivamente pensó que necesitaba todo el tiempo para volver. Fue un fracaso mental, más que físico. Pensó que haría lo mejor y resultó ser lo peor. Cosas de béisbol.
Constantino Rivas, de la Ciudad de México, pregunta: «¿Sabes quién será incluido en el Salón de la Fama del Béisbol Mexicano este año?»
Amigo Tino: Será el 9 de noviembre a las siete de la noche. Levantarán a uno de los hombres que más brillo y calidad han aportado a los deportes de espectáculo en México, el histórico Alfredo Harp Helú.
También levantarán a Luis Arredondo, Roberto Vizcarra, Javier Robles, Noé Muñoz, Juan Gabriel Castro, Alejo Ahumada, Jesús Moreno y Tomás Herrera. Así me informó amablemente desde Monterrey el ingeniero Francisco Padilla Dávila, director de la exposición.
Anabell Sianisón, de Newark, Nueva Jersey, pregunta: «¿Cuál es la historia que mi papá solía contar sobre cierto campocorto en un juego de Grandes Ligas?» Lo escuché cuando era muy joven, pero no lo recuerdo, y mi padre murió. Por favor».
Hermoso Amigo: Debe ser el caso de John McGraw en 1891, tercera base de los Orioles, que quiso hacerle a Big Delahanty, de los Filis, lo que le hizo a todos los corredores en su base preparándose para mear, correr, atraparlos en la parte de atrás del cinturón, aprovechando que solo estaba trabajando un árbitro.
Pero esa vez, Delahanty sacó el cinturón de la hebilla, por lo que cuando comenzó a correr, el cinturón volvió a estar en manos de McGraw y, por lo tanto, Delahanty pudo correr. Sólo se le bajaron los pantalones, pero se deshizo de ellos, y así llegó a casa, sano y salvo y en ropa interior.
Gracias a la vida que me ha dado tanto, incluso a un lector como tú.