El Museo Histórico Casa de la Estrella y el Museo Histórico Casa Páez se encuentran en el Centro Histórico de la ciudad de Valencia, en la República Bolivariana de Venezuela, estos monumentos datan de los siglos XVIII y XIX, respectivamente. Están vinculados al desarrollo del colonialismo en Venezuela y al proceso de independencia iniciado en 1810.
Se trata de infraestructuras que atravesaron por diferentes usos a lo largo de la historia: Hospital de Caridad, Hospital de Sangre, Sede del Congreso y Casa Presidencial, razón por la cual se convirtieron en contenedores de huellas gráficas representativas de diferentes hechos oficiales y no oficiales, pinturas murales o grafiti.
A lo largo del tiempo se ha podido constatar cómo los seres humanos han dejado diferentes huellas de su presencia en los diferentes lugares por los que han transitado, ejemplo de ello son los símbolos tallados en las rocas a los que se ha convenido en llamar petroglifos; los dibujos de animales encontrados en cavernas prehistóricas denominados pinturas rupestres; los símbolos tallados encontrados en las tumbas de los faraones egipcios, también conocidos como jeroglíficos; las decoraciones ornamentales minoicas del Palacio de Cnosos y otras civilizaciones antiguas de toda Europa, pero estas manifestaciones gráficas no han dejado de aparecer en todo el mundo a lo largo del tiempo, es así que podemos encontrar en América edificios que contienen vestigios de los siglos XVIII, XIX y XX entremezclados en un mismo recinto y que la ciencia de la arqueología ha definido como grafitis.
El historiador pamplonés Ozcáriz (2009) afirma: “los grafitis aportan información para reconstruir la Historia, además de una visión diferente a la del arte oficial, totalmente espontánea” (p. 68). No obstante, se ha evidenciado un desconocimiento sobre el tema, y aun cuando la mayoría de estas gliptografías se encuentran en conjuntos edilicios con declaratoria de Patrimonio Cultural, lo cual supone un régimen de conservación avalado por el marco jurídico de defensa del patrimonio, la preservación de los grafitis, per se, carece de interés y los mismos están en riesgo de desaparecer debido a condiciones medioambientales que afectan su pigmentación producto de la exposición lumínica, por una parte, al igual que la erosión superficial, en el caso de los grafitis tallados en superficies de arcilla y cal, sin que se actúe en relación a su debida conservación.
A pesar de ser una manifestación de gran interés, al punto de ser considerada por los arqueólogos como tema de estudio, la verdad es que se les da un trato inapropiado a los grafitis por considerarlos trazos espontáneos que causan mal aspecto estético, ignorando al documento per se, representativo de un momento histórico que puede aportar información de interés psicológico y social de los individuos que vivieron ese tiempo particular, bajo circunstancias políticas y económicas que describen a una comunidad determinada.
El Grafiti Histórico
Sobre la definición del grafiti no está todo claro ni dicho, y en lo que respecta a la palabra, en diferentes bibliografías y artículos se encuentra con el significante “graffiti” y “grafiti”, indistintamente, pero con un mismo significado, el cual es conceptualizado por Gángara (2002), citado por Ramírez et al (2017), como una práctica discursiva que “[…] se caracteriza por elegir como soporte una superficie que no está destinada a ser soporte de escritura”.
Desde el punto de vista arqueológico, el grafiti está referido a una marca deliberada en un área que no ha sido diseñada o estructurada para tal fin, como es el caso de una pared o una puerta; convirtiéndose en una intervención, por lo general, no autorizada, una imagen al margen de las convenciones.
La marca puede formar una imagen o una letra que usualmente se realiza a escondidas y tiene la finalidad de dejar una huella significativa de una opinión o la huella presencial de uno o varios sujetos, cuyas circunstancias coyunturales los ubicaron en un espacio-tiempo particular.
Hay que resaltar, además, que la arqueología también considera como grafiti histórico aquellos vestigios que de manera oficial se consideró que formaran parte del diseño de un edificio, tal es el caso de la pintura mural y ornamental, la cual nos brinda idea respecto a los preceptos artísticos considerados en determinado período.
En los últimos veinte años se ha podido conocer un gran número de grafitis históricos en todo el mundo antiguo, tales como el grafiti de un templo en Malta; el cuadrado SATOR, un grafiti escrito en latín como palíndromo dentro de un cuadrado mágico y encontrado en numerosos sitios a lo largo del Imperio Romano; así como el grafiti de un barco (entre muchos otros), de los siglos XIV al XVI que ha sido estudiado recientemente en Norfolk, Inglaterra (Figura 1).
En América, durante el proceso de colonización, se fundaron ciudades que dieron paso a un proceso de mestizaje, no solo de orden étnico, sino también cultural que terminó por influir en todas las artes, especialmente la arquitectura; surgiendo de esta manera lo que en la actualidad se ha convenido en llamar “Centro Histórico” de las principales ciudades como Caracas, Valencia y Puerto Cabello, en Venezuela, por nombrar solo tres.
Estos edificios poseían una decoración ornamental especialmente planificada para realzar el diseño de interiores, principalmente, y hacer más placentera la estancia de sus moradores.
Las arquitecturas coloniales pasaron por variados usos a lo largo del tiempo, debido a diferentes circunstancias políticas, tal es el caso de las casas donde antes moraron familias y que más tarde se convirtieron en hospitales de sangre (debido a guerras intestinas) o cárceles. Estas coyunturas permitieron las condiciones necesarias para que una diversidad de sujetos dejara huellas de su existencia.
El grafiti histórico es un vestigio de gran valor patrimonial con el cual se puede reconstruir la historia desde diferentes puntos de vista, al tiempo que contribuye con la reafirmación de una identidad nacional.
Se ha podido evidenciar que al grafiti no se le ha dado el valor merecido y, por tal razón, en la mayoría de los casos ha sido destruido; son pocos los grafitis que han logrado ser resguardados y protegidos, no hay un entendimiento claro sobre el discurso que brindan estos glifos; se les considera una manifestación sin valor, que no aporta ideas relevantes para la historia y que, incluso, terminan por entorpecer la estética edilicia y su anonimato no merece nuestra atención. Se olvida que el grafiti proviene de una persona que vivió un espacio- tiempo donde compartió experiencias con otras semejantes; seres humanos con familia, un trabajo, un ideal político, una creencia; en resumidas cuentas, se trata de un testigo histórico, una cápsula del tiempo que permite dar forma a una sociedad a través de los diferentes hilos de una misma historia.
Desde el punto de vista de Caraballo (2011) es momento de retomar los principios básicos de la Convención de 1972, dejar el podio y pasar a la calle; dejar las alocuciones y notas de prensa, de manera que asumamos acciones efectivas sobre el Patrimonio Cultural. Caraballo (2011) hace referencia a la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural aprobada por la UNESCO, la cual contiene principios y orientaciones de actuación que siguen siendo válidas a pesar de haber transcurrido más de cuarenta años de su aprobación, solo el preámbulo de la Convención de 1972 es revelador de los elementos primordiales que han puesto en peligro el Patrimonio Cultural en todo el mundo:
“…el patrimonio cultural y el patrimonio natural están cada vez más amenazados de destrucción, no solo por las causas tradicionales de deterioro sino también por la evolución de la vida social y económica que las agrava con fenómenos de alteración o de destrucción aún más temibles”.
Se debe crear una mesa de negociación verdaderamente seria y participativa, y al mismo tiempo estimular una cultura de corresponsabilidad entre los diferentes niveles de poder, responsables del desarrollo urbano, así como en el ámbito educativo, pero en profundidad, incidiendo (bajo supervisión) en el cambio de conducta.
Estudio del grafiti en el mundo
Respecto al estudio y registro del grafiti en el mundo, se puede establecer la década del ‘90 como el inicio de la puesta en valor del grafiti como Patrimonio Cultural y la difusión de los mismos con la idea de crear conciencia acerca de la importancia que reviste en la reconstrucción de la historia de los pueblos.
Europa ha sido la región que más difusión ha brindado sobre el tema del grafiti histórico, a través de revistas científicas y congresos, abarcando el estudio desde la época medieval; siendo España y Francia las naciones que mayor investigación han arrojado, sobre todo desde el punto de vista de inventario, faltando ahondar en el tema de la interpretación.
En Latinoamérica, el grafiti histórico se presenta como vestigio del proceso de colonización durante la conquista; México es el país que mayor interés le ha brindado a la investigación del grafiti, no obstante, los investigadores consideran que es un tema nuevo y que aún falta por despertar la conciencia para reconocer su importancia. Ejemplo del inventario de grafitis en México nos lo presenta Cerdá (2014) con el registro del Monasterio de San Juan Bautista de Tiripetío; del Monasterio de Santa Ana Zirosto; de San Miguel Charo; del Monasterio San Agustín Yuririapúnduro; del Monasterio de San Luis Obispo Tlalmanalco, todos de Michoacán. Igualmente, San Guillermo Tolopan, en Morelos, entre otros edificios de orden religioso.
El grafiti en Venezuela
En la ciudad de Valencia se pueden encontrar ejemplos de arquitectura colonial que contienen grafitis de finales del siglo XVII, que a su vez conviven con grafitis del siglo XIX y principios del siglo XX: nos referimos al Museo de Historia Casa Páez y al Museo de Historia Casa de la Estrella, cuya historia edilicia hace referencia al Hospital de Caridad San Antonio de Padua fundado en el siglo XVII.
El Centro Histórico de Valencia está delimitado al Norte por la avenida Cedeño, al Sur por la avenida Lara, al Este por la Autopista Circunvalación Este y al Oeste por la avenida Fernando Figueredo; este perímetro de 265 hectáreas (Figura 2), aproximadamente, posee una declaratoria por parte del Instituto de Patrimonio Cultural (IPC) con fecha 14 de mayo de 1968, publicado en la Gaceta Oficial No. 28.626; no obstante, desde ese mismo período se ha intervenido el urbanismo y su arquitectura de manera inapropiada: se han derribado casas, se han construido edificios modernos con alturas que vulneran la condición colonial de la ciudad, y muchas de sus edificaciones originales han contenido vestigios de gran importancia catalogados de grafitis, sin que nadie salga en su defensa, ni autoridades gubernamentales ni mucho menos los ciudadanos, González (1990) señala:
El Consejo de Europa, a través de su Comité Directivo para la Conservación del Patrimonio Histórico (CDPH), ha aprobado el día 13 de junio de 1989 la Recomendación a los Estados miembros de un proyecto de colaboración conjunta, relativa a la protección y conservación del patrimonio arqueológico en el contexto de las operaciones urbanísticas y en el ámbito de nuestras ciudades y núcleos rurales.
Y uno de los factores con los que hay que contar a la hora de preparar los objetivos de un plan de protección del patrimonio arqueológico es el de fomentar una mayor sensibilización por las creaciones parietales (léase «grafitis»), ya no sólo prehistóricas, como es tradicional, sino medievales y modernas.
A este señalamiento de orden internacional, habría que agregar que el Patrimonio Cultural en Venezuela posee suficientes mecanismos legales para garantizar su protección y conservación, entre los cuales hay que mencionar, en primera instancia, la norma suprema que fundamenta todo el ordenamiento jurídico: la CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA de 1999, que establece, en su Artículo 99: “El Estado es garante de la protección y preservación, enriquecimiento, conservación y restauración del patrimonio cultural, tangible e intangible”.
A partir de la constitución y de acuerdo a la pirámide de Kesler, nuestro patrimonio cultural está regulado por la LEY DE PROTECCIÓN Y DEFENSA DEL PATRIMONIO CULTURAL, Gaceta Oficial Extraordinaria Nº 4.623, de fecha 03 de septiembre de 1993: Título I del Patrimonio Cultural, Capítulo I, Disposiciones Generales, en sus Artículos 1 y 2 relacionados con los principios que rigen la defensa del Patrimonio Cultural; Capítulo II, de los Bienes que Constituyen el Patrimonio Cultural de la República, en su Artículo 6, que define los bienes de interés cultural, específicamente en sus apartes 12: El entorno ambiental o paisajístico -rural o urbano- requerido por los bienes culturales, muebles o inmuebles para su visualidad o contemplación adecuada; 13: El patrimonio arqueológico y paleontológico donde quiera que se encuentren y 14: Cualquier otro bien de interés cultural que amerite ser declarado como tal. TITULO IV del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico de la República, Artículo 35 que atañe a la propiedad del Estado de los bienes relativos al patrimonio arqueológico, prehispánico, colonial, republicano y moderno, así como los bienes del patrimonio paleontológico; el Artículo 36, referido a la prohibición de la destrucción de los bienes a que se refiere el artículo anterior; el Artículo 39, el cual establece la obligatoriedad de la autorización del Instituto del Patrimonio Cultural (IPC) para la realización de todo trabajo que tienda a descubrir, explorar, estudiar o excavar yacimientos arqueológicos o paleontológicos; el Artículo 43, que establece los servicios de protección y defensa a las gobernaciones de los Estados, tal es el caso del Centro Histórico de la ciudad de Valencia y los museos Casa Páez y Casa de la Estrella, los cuales está bajo la administración del Gobierno de Carabobo, a través de la Secretaría de Cultura.
Pero aun cuando se cuenta con todo este andamiaje de leyes que expone todas las herramientas requeridas para dar protección al grafiti histórico, prevalece la falta de planes de manejo y la afectación contra el patrimonio cultural material se acrecienta, sin que nadie tome conciencia de su valor como patrimonio cultural histórico.
Sobre el Hospital San Antonio de Padua, fundado en la ciudad de Valencia (Venezuela), hacia mediados del siglo XVII se ha escrito mucho luego de su restauración en 1995; la gran mayoría de los historiadores han revisado y relatado como era la organización del hospital, sus características arquitectónicas: Capilla con coro alto, Cementerio, la Fuente de agua, así como una descripción del Salón de Enfermos, el cual tenía comunicación con la capilla, mediante un gran ventanal, y otros aspectos alrededor del edificio: cocina, lavandería y corral.
También han hecho mención al uso que se le dio al hospital durante el proceso de independencia de Venezuela. El hospital se convirtió en sede de los poderes constituidos en 1811, convirtiendo a Valencia en la Capital de la Primera República (1812). Fue en esta sede que se redactó la I Constitución de la República naciente y en ella se resguardó el documento con las firmas del Acta de la Independencia y más tarde se dio la Constituyente de 1830.
Cuando se llevó a cabo la restauración del monumento, hacia finales del siglo XX, se encontraron variados testigos históricos en sus paredes. Fragmentos de pintura mural atribuidos a Pedro Castillo (abuelo del gran pintor Arturo Michelena), realizados en 1829 durante la refacción hecha al edificio como preparativos para lo que sería la convocatoria de la Constituyente de 1830. Otro de los testigos históricos se refiere al grafiti y dibujos propiamente dichos. Existe un dibujo en particular que durante la restauración del monumento, y hasta la fecha, la mayoría de los estudiosos ha considerado que hace referencia a una estampa de la ciudad de Valencia (Venezuela), específicamente de la plaza mayor y la iglesia matriz. No obstante, producto de la poca importancia que se le da al grafiti histórico, los investigadores se han quedado con la anécdota, sin profundizar en su estudio.
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Desde el año 2017 se inició una investigación más profunda del monumento que hoy lleva el nombre de Museo de Historia Casa de la Estrella, con el objetivo principal de establecer un guion museológico para la puesta en valor de su historia edilicia como patrimonio cultural de la nación, partiendo de su fundación, y contemplando, además, todos los hechos acaecidos en su recinto. El estudio incluyó una revisión más profunda del grafiti histórico. La investigación minuciosa de uno de los dibujos arrojó, en primera instancia, que no se trataba de una estampa de la ciudad de Valencia (Venezuela), como se creía. La arquitectura plasmada en el dibujo no coincide con edificio alguno de nuestra ciudad.
Luego de descartar otras ciudades venezolanas, se procedió a comparar con las españolas; llamaban mucho la atención unas torres y edificaciones religiosas de gran altura. Una torre en particular sobresale en el paisaje por cierta inclinación de su vertical; se puede observar que las edificaciones contienen fuego y humo, como reflejo de un acto violento en el lugar (ver Figura 3). Finalmente, al comparar el grafiti histórico con las estampas de la conocida Torre Nueva de Zaragoza, se pudo constatar que, definitivamente, se trataba de una ilustración del Sitio al que se vio sometida esta ciudad durante la Guerra de Independencia Española, entre 1808 y 1809; precisamente los años previos a la Independencia de Venezuela, iniciada en 1810.
La Torre Nueva de Zaragoza
La idea de la construcción de la Torre Nueva en Zaragoza nace en 1504; el objetivo era poner un reloj con campanario, de manera que los ciudadanos pudieran medir el tiempo (fue un pedido del pueblo). La obra fue encargada al arquitecto Gabriel de Gonvao y a los siguientes maestros: Juan de Sariñena, Ince de Gali, Ezmel Ballado y el Maestro Monteferris. La torre medía 81,5 metros de alto y se desviaba 2,7 metros de su vertical.
La importancia histórica que adquirió la torre se debe a los Sitios de 1808 y 1809 por parte del Imperio Francés. Las autoridades españolas encargadas de la defensa la emplearon como atalaya, señala Alberto Cerrano Dolader (1989):
“En su balconada superior, a modo de vigías, un ilustre marino, don José Primo de Rivera y Ortiz de Pinedo, y un célebre escritor, don José Mar de Fuentes, avisaban a la población mediante un número convenido de toques de campana del lugar de donde procedían las granadas y bombas disparadas por el enemigo francés”.
En el libro de Alberto Serrano Dolader (1989), se pueden apreciar variadas estampas de la ciudad de Zaragoza mostrando la Torre Nueva (Figura 4), así como la guerra desarrollada por el Imperio Francés (Figura 4). La población resistió el Primer Sitio (1808), infringiéndole derrota al enemigo, pero el Segundo Sitio no lo resistió, debido a que la Capital de Aragón ya había caído en manos de los franceses, fue entonces que en febrero de 1809 se da la capitulación de Zaragoza. Estos sitios se consideran los más representativos de la Guerra de Independencia Española.
Hay otra casa histórica en Venezuela, detrás de la hoy Catedral de Valencia, un Monumento Nacional de gran valor, en lo que respecta al Patrimonio Cultural, nos referimos a la casa comprada por el general José Antonio Páez en el año 1822 y que luego se convertiría en su residencia personal y casa de gobierno a partir de 1830. Este monumento fue restaurado, al igual que el Hospital San Antonio de Padua, en 1995. En los sótanos de este inmueble se pueden apreciar una serie de grafitis históricos de gran interés, cuyas características representan a soldados de Napoleón Bonaparte (Figura 6). Este hecho ratifica una hipótesis: los hechos bélicos que ocurrieron entre España y Francia, tuvieron repercusión en nuestra ciudad; se hablaba de ello entonces y alguien quiso dejar testimonio en los muros del sótano de esta casa y en el Hospital San Antonio de Padua.
Es un hecho aceptado por los historiadores que el acto de independencia de 1810, en Venezuela, obedecía más a la creación de una junta protectora de los derechos de Fernando VII, pero que luego se vio transformada en una verdadera revolución, empujada por miembros de la Junta Patriótica, entre los cuales se encontraban Francisco de Miranda y Simón Bolívar, entre otros, creándose así la I República de Venezuela, cuyo gobierno termina instaurándose en el antiguo Hospital de Caridad San Antonio de Padua, justamente el edificio que contiene el grafiti de la Torre Nueva y del Sitio de Zaragoza, la atalaya que permitió vencer al Imperio Francés en 1808, la primera vez que fue sitiada.
No sabremos nunca la autoría del dibujo realizado en el Museo de Historia Casa de la Estrella o en el Museo de Historia Casa Páez, pero sí sabemos que fue realizado por un zaragozano que vivió en Venezuela.
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Dr. Argenis Rafael Agudo Castillo (director de Patrimonio Cultural e Histórico del estado Carabobo) / Ciudad Valencia