El sistema de salud pública y el gobierno británico «encubrieron» durante décadas un escándalo de transfusión de sangre contaminada en el Reino Unido, después de que las víctimas fueran expuestas conscientemente a riesgos «inaceptables», según un informe publicado, que afirmaba que más de 30.000 personas estaban infectadas con VIH y hepatitis C, y a lo largo de los años alrededor de 2.900 adultos y niños murieron debido a uno de los mayores desastres sanitarios de la historia del país.
Los investigadores han revelado que el desastre de la sangre infectada «sigue ocurriendo» hoy en día, ya que algunos de los pacientes afectados «continúan muriendo cada semana».
En respuesta al escándalo, el gobierno británico anunció un plan de millones de dólares para compensar a las víctimas de sangre contaminada en ese país, así como a sus familias antes de fin de año. El anuncio se produce un día después de que un informe condenatorio afirmara que el NHS y el Gobierno eran los culpables de la tragedia.
«Hoy es un día de vergüenza para el Reino Unido». Así empezó el Primer Ministro británico: Rishi Sunak, su solemne intervención ante la Cámara de los Comunes tras la publicación de la investigación este lunes, «que muestra un fracaso moral de décadas en el centro de nuestra vida nacional». Sunak también pidió disculpas «totalmente» por la «terrible injusticia» cometida.
Informe
La investigación, llevada a cabo desde hace cinco años en el Reino Unido por el juez Brian Langstaff, determinó, según los resultados divulgados, que las infecciones y la muerte de los pacientes no fueron un «accidente», sino que podrían haberse «evitado en gran medida».
Entre los errores detectados, se informó que las autoridades sanitarias fueron «demasiado lentas» en responder a los riesgos, y se identificó una «falla en el régimen de licencias» en las importaciones (de los donantes de Estados Unidos) que «se entendían ser menos seguros que los tratamientos nacionales».
En la década de 1970 se introdujo un nuevo tratamiento para la hemofilia que requería una gran cantidad de reservas de sangre, lo que obligó al Reino Unido a importarla de Estados Unidos, donde había donantes, muchos de ellos de grupos de riesgo, como drogadictos, trabajadores sexuales y presos. – recibió el pago por su sangre.
«El sistema de donación inepto y fragmentado que existía en el Reino Unido en ese momento significaba que no se podía garantizar un suministro suficiente del llamado Factor VIII por parte de los donantes británicos», señala el documento.
Fuente: La Vanguardia/TeleSUR
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