Considerando con frialdad, imparcialidad, como decía el poeta César Vallejo, todo en Independencia nos desgarra emocionalmente el epíteto de “admirable”. En cualquier caso, la historiografía romántica atribuye este carácter excepcional a una operación militar verdaderamente asombrosa, -en el sentido de las maniobras y la velocidad estratégica comandada por un personaje desconocido que pronto se robará todas las miradas.
De tal manera que cualquier definición de la Campaña Admirable siempre se referirá a un conjunto de acciones políticas y militares materializadas por Simón Bolívar desde la ciudad de San Antonio del Táchira hasta la ingobernable Caracas.
Tras recibir el permiso de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, el decidido mantuano se dirigió hacia su tierra sometido por intereses foráneos. Era el 14 de mayo de 1813. Ahora recordamos dos siglos y una década de aquel importante acontecimiento para los anales venezolanos y americanos.
Tras el derrumbe de la Primera República, el 25 de julio de 1812, los valientes criollos pidieron desesperadamente el apoyo de la convulsa Nueva Granada. Sus ataques fueron tan efectivos que Domingo de Monteverde murió derrotado. El oficial realista no tuvo más remedio que capitular ante el nuevo líder y su abigarrado ejército.
¿Qué sentido tiene hoy invocar aquel 14 de mayo de 1813? Responder a esta pregunta no es fácil. Quizás sea una oportunidad para decir que en la respuesta hay una parte de ese espíritu que nos definió en un momento determinado y que siempre, en nuestro imaginario colectivo y en el foro político de los desposeídos, nos sigue definiendo.
Creo que desmontar la idea de que la Guerra a Muerte, mencionada por Simón Bolívar un mes después en Trujillo, fue producto del odio y el revanchismo, es una buena manera de sacar a relucir, con justicia, este fenómeno histórico interesante desde hace mucho tiempo. . más dos siglos.
No digo que no hubo molestias y errores del nuevo general. De ninguna manera. También se describió a sí mismo como un hombre de dificultades. Lo que expresa es que reducir una respuesta audaz a la limpieza racial, a la profilaxis étnica, es una lectura reduccionista y hasta malintencionada: basta evaluar el contexto en el que han actuado los enemigos de la República para desmantelar este subterfugio antibolivariano. .
No entender que fueron tiempos definitorios es simplificar el análisis. Es miopía o mezquindad cualquier examen que, al referirse al Decreto de Trujillo, no lea también el sentido de humanitarismo, de indulgencia colectiva que implica el llamado de la Patria americana naciente y en jaque.
Aplaudimos este fuerte apoyo de la Nueva Granada al desdichado de Caracas, que dentro de unos meses será aclamado como Libertador en su casa natal, el 7 de agosto de 1813. Nos regocijamos cuando se refieren a su magistral desarrollo que recuperará la recién abortada República. La mera reconquista de las provincias de Mérida, Barinas, Trujillo y Caracas dice mucho.
Las excavaciones en clave contemporánea nos animan a seguir interpelándonos por nuestra propia identidad. Quizá, tomando las palabras de Rafael Urdaneta, quien le dijo al Libertador «si dos hombres bastan para emancipar a la Patria, pronto te acompañaré», resulta muy satisfactorio y bellamente simbólico: fidelidad a un gran ideal, por amor a la tierra, por nuestra historia, es decir por amor a nosotros.
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