La última ronda de conversaciones para alcanzar un acuerdo global contra la contaminación plástica comenzó este lunes en Busan, Corea del Sur, en una «semana crucial» tras el caótico cierre de la COP29 climática en Bakú.
«Esta conferencia es mucho más que la preparación de un acuerdo internacional. Es la humanidad la que se moviliza ante una amenaza existencial», afirmó el diplomático ecuatoriano Luis Vayas Valdivieso, quien presidió las conversaciones de apertura.
La contaminación plástica está tan extendida que incluso se ha encontrado en las nubes, en las fosas más profundas del océano y en casi todas las partes del cuerpo humano, incluidos el cerebro y la leche materna.
Aunque todos reconocen la existencia del problema, las opiniones sobre cómo afrontarlo difieren radicalmente.
Las delegaciones en Busan tienen una semana para acordar cuestiones delicadas como los límites a la producción de plástico, una posible prohibición de productos químicos tóxicos o la financiación de medidas que se incluirán en el acuerdo.
Inger Andersen, directora del programa medioambiental de las Naciones Unidas, reconoció el domingo que «existen diferencias reales de opinión sobre varias cuestiones clave».
Lo cierto es que según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en 2019 se produjeron en todo el mundo 460 millones de toneladas de plástico, cifra que se ha duplicado desde el año 2000.
Más del 90% del plástico nunca se recicla y más de 20 millones de toneladas terminan en la naturaleza cada año.
El plástico también representa el 3% de las emisiones globales de carbono porque se produce con combustibles fósiles.
En las conversaciones de Busan se enfrentan dos bandos: por un lado, la Coalición de Alta Ambición (HAC), que reúne a numerosos Estados africanos, europeos y asiáticos. Estos países quieren un acuerdo que cubra todo el «ciclo de vida» de los plásticos, desde la producción hasta los residuos.
Por otro lado, otros países, principalmente grandes productores de petróleo como Rusia y Arabia Saudita, quieren que el acuerdo cubra únicamente la gestión de residuos.
Las divisiones paralizaron las cuatro rondas de negociaciones anteriores, dando como resultado un proyecto de acuerdo de más de 70 páginas que, según la opinión generalizada, es completamente inviable.
Mientras tanto, las posiciones de Estados Unidos y China, que claramente no están tomando partido, serán decisivas.
Estados Unidos había insinuado este año que apoyaría las restricciones a la producción, pero desde entonces cambió de opinión, según informes de los medios.
El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca también genera dudas sobre el nivel de ambición de la delegación norteamericana. Algunos negociadores se preguntan por qué quieren el apoyo de Estados Unidos a un tratado que nunca será ratificado.
Agencias
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