Kylian Mbapeé arranca y los defensores se apartan. No hay en el fútbol quien detenga a esa tromba marina que aumenta su velocidad a cada décima de segundo; “¡Cuidado, ahí viene el hombre!”, se gritan los zagueros unos a otros, y ninguno quiere correr el riesgo de enfrentarlo y ser la burla de sus compañeros.
Todos se quitan del medio, hasta el Real Madrid. ¿Cómo? Si, el mismísimo Real Madrid luego de que llegaran despachos de Arabia Saudita en los que ofrecen al París Saint-Germain 332 millones de dólares por el pase y 776 de sueldo al jugador por un año. Las cantidades, fuera de este mundo y del que está por inventarse, resultan impagables para cualquier equipo del planeta Tierra; bueno, cualquier menos para el Al-Hilal y el maná de dinero que puede resolver el lago de petróleo que la naturaleza tuvo la bondad de poner allá.
En el fondo de todo esto no solo está el espectáculo que pueda entregar el atacante francés, sino la encarnizada rivalidad que mantiene el equipo que lo pretende con el Al-Nassr, por ahora amo de la ficha de Cristiano Ronaldo: ¿qué tal sería un partido en el que se enfrenten estos dos gigantes del fútbol? A sus 24 años de edad, esas cantidades de “las dos mil y una noche” escapan a toda imaginación, a todo cálculo, y seguramente tendrá a mucha gente pegada a la cola.
Sin embargo, el juego Mbapeé-billetes-PSG-Al-Hilal no queda ahí. Detrás de la tramoya se esconde la jugada del dinamitero. Si va a Riad en busca del cuerno de la abundancia solo sería por la temporada 2023-2024, luego de desechar otros ofrecimientos llegados desde varios clubes y desde diversos confines. Luego quedaría libre, con alas desplegadas y el panorama despejado para negociar otra vez, pero ahí podría estar el peligro: ¿quién podría ofrecerle un contrato que lo compense luego de su salida?, ¿no sería un riesgo para Mbapeé quedar a la deriva esperando ofrecimientos que estarán lejos del que va a obtener en la península Arábiga?
Pero en fin, todo tiene una compensación. Su ambición como jugador, como el logro que los seres humanos tenemos para que lo anhelado no se transforme en el monstruo prehistórico de la frustración, haría posible su llegada, triunfal y esperada, a Chamartín, al Paseo La Castellana, a los pasillos y túneles y el vestuario sagrado del Real Madrid. Ahí estarán sus compañeros, aunque hay sospechas de que su aparición en el club levantará resquemores y suspicacias: ¿es Kylian muchacho fácil o un arrogante despreciable para la mayoría?
Entonces, y solo entonces, Florentino Pérez respirará el aire puro y limpio del Madrid veraniego, porque el jugador más codiciado de los tiempos actuales estará ahí, a un palmo de distancia, a las órdenes del técnico de entonces. Habrá llegado el hombre esperado, deseado, soñado, aquel que ocupará el vacío dejado, y llenado solo a medias, por Cristiano Ronaldo.
No todo será fútbol
Y como los árabes no se andan con pequeñeces, sus miradas también enfocan a otros deportes. No conformes con el fútbol y todo lo que puede dar, ahora acaban de lanzar esta especie de locos a Nova Djokovic: 59 millones de dólares para montar un torneo de un mes con los mejores jugadores posibles en acción.
La tentación de los contratos, a Kylian Mbapeé y el singular tenista, son oportunidades irresistibles, porque se salen de las órbitas de lo real y de toda lógica. Todo este asunto se manifiesta en dos sentidos: contribuye a que el deporte sea cada día menos deporte y más espectáculo de masas y vaya contra el verdadero sentido de su naturaleza, pero también a que siga siendo factor fundamental del entramado de la sociedad. ¿Qué actividad legal o qué trabajo puede producir tal cantidad de dinero en solo unos días de balones y raquetazos?