El dilema de Bocha Batista y su propuesta como técnico de la Vinotinto debe resolverse hoy en el monumental estado de Maturín. El técnico argentino es producto de la escuela de planificación minuciosa, orden defensivo y táctica estricta para poner a trabajar a los jugadores en el sistema que le dio fama mundial a José Pékerman.
El gran desafío de Batista es llevar a la cancha todo el salto de calidad que se esperaba con el nombramiento de Pékerman, y siendo Bocha su sucesor en la Vinotinto.
Pékerman devolvió a Colombia a los primeros planos del fútbol sudamericano y mundial, clasificándola a dos Mundiales consecutivos y convirtiendo a James Rodríguez en uno de los mejores mediocampistas del planeta.
Desafortunadamente, abandonó el barco del equipo muy pronto, por lo que la tarea de devolverles las esperanzas de clasificar al mayor evento futbolístico por primera vez en la historia recae en Batista y su cuerpo técnico.
En su debut en la fase de clasificación, el Bocha mostró sólo una fase de lo que se espera de su preparación bajo el ala protectora de Pékerman: el orden defensivo. Su plan de juego partía de jugar una defensa media, no presionar en la salida del rival, mantener las líneas muy juntas y cubrir doblemente a las escuadras más desequilibradas de Colombia, como fue el caso de Lucho Díaz.
Pero contra Paraguay, Bocha deberá mostrar todas las bazas de su arsenal. No basta con volver atrás y mantenerse firme en el propio campo. Ningún equipo se clasifica para el Mundial escondido en su trama. Ha llegado el momento de mostrar un fútbol más decidido. Arriesgarse con más cuidado repartiendo el control del balón, ingresando al área rival, creando asociaciones para triangular, buscando al hombre libre, colmado con la inclusión de los laterales que tuvieron pocas oportunidades de liberarse en Barranquilla, todo con el propósito de Crear juegos de azar y definirlos.
Salomón Rondón quedó aislado y fue fácilmente absorbido por la pareja de centrales colombianos, que no le dejaron recibir y redujeron sus movimientos a la nula. El Gladiador no es un delantero móvil, capaz de atacar con un remate brillante o de romper la cintura de los defensores con su regate.
Necesita compañeros que le alimenten y con los que pueda generar circuitos ofensivos para bajar el balón y descargar, alargar el juego con un cabezazo o azotar el balón. Este dilema de crecer en ataque es lo que debe solucionar el Bocha.