Ayer se cumplieron 35 años del debut en Grandes Ligas de uno de los talentos más completos, pero desperdiciados, de nuestro béisbol profesional: Carlos «Café» Martínez.
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Nacido el 1 de agosto de 1964 en el estado La Guaira, «Café» siempre fue considerado un jugador con excelente contacto y defensa por encima del promedio. Enfatizó que podía conectar líneas a ambos lados del campo con potencia, haciéndolo incómodo para los lanzadores rivales.
Apodado cariñosamente «Café», fue fichado por los Yankees de Nueva York en 1983. Ya en 1986, en plena cosecha, fue enviado a los Medias Blancas de Chicago.
Durante sus siete temporadas en las Grandes Ligas, bateó .258 (1,485-383 hits), incluidos 63 dobles, seis triples y 25 jonrones, mientras impulsó 161 y anotó 145 en 465 tacleadas.
Defendió principalmente al primera base (210) y al tercera base (162). Jugó para los White Sox (1988–90), los Cleveland Indians (ahora Guardians) (1991–93) y terminó en 1995 con los California Angels (ahora Los Ángeles).
Su temporada más productiva fue en 1989 con los White Sox, cuando bateó .300 (105 de 350) con 44 carreras anotadas, 22 dobles y cinco jonrones, todos los máximos de su carrera.
Sin embargo, y en general, su estancia en las Mayores fue bastante discreta. Tenía el talento, pero para nadie era un secreto que su indisciplina y mal carácter le creaban problemas en las organizaciones en las que estaba en Estados Unidos.
Como si se tratara de una ironía de la vida, el pasado 26 de mayo se cumplieron tres décadas de una de las jugadas (“bloopers”) más divertidas de la historia de las mayores, cuando un impulso asociado a nuestro compatriota impactó en la cabeza de José Canseco también portándose mal. , una conexión que saltó a las gradas para un jonrón que siempre será recordado en la historia, porque ya cuenta con millones de entradas en Internet y otras redes sociales.
Lamentable, porque el béisbol Venezuela esperaba más de este tipo y no precisamente por una anécdota hiriente.
«Cafecito» no tenía gran talento, aunque sí valentía
También el miércoles 6 de septiembre se cumplen siete años del debut de un jugador que tenía un talento limitado pero una voluntad de hierro, que superó incluso las desavenencias con su padre. Se trata de José «Cafecito» Martínez.
Ese día de 2016, ya con 28 años, apareció como bateador emergente en la victoria de sus St. Louis Cardinals por 9-7 ante los Pittsburgh Pirates. Dos días después, consiguió su primer hit en las Grandes Ligas contra Milwaukee.
Como dato curioso, nació el 25 de julio de 1988, 38 días antes del mencionado debut de su padre en las Mayores. Estuvo cinco años arriba, donde, pese a sus limitaciones defensivas y nunca confiar plenamente en los “pájaros rojos”, durante cuatro cosechas, más una tormentosa campaña 2020 con Rays y Cachorros, logró mejores números que su difícil padre.
Bateó .289 (1,244 de 360) con 170 carreras anotadas, 61 dobles, un trío de triples, 43 jonrones y 182 carreras impulsadas. Su mejor temporada fue cuando tenía tres décadas, bateando .309 (163 de 534) en 152 apariciones, sumando 64 carreras anotadas, treinta dobles, 17 jonrones, 49 bases por bolas y 83 carreras impulsadas, todo en su carrera.
Una fractura de rodilla le impidió competir por un puesto con los Mets de Nueva York en 2021. Estuvo más de un año de descanso, emigrando a las Grandes Ligas mexicanas con los Leones de Yucatán, a quienes ayudó a ganar el cetro el año pasado.
Sin embargo, pocos saben que «Café» Martínez siempre intentó evitar que su hijo «Cafecito» intentara llegar también a las Grandes Ligas.
En una sentida entrevista que ofreció hace un tiempo, aseguró: “Mi padre era muy volátil. Su carácter hablaba más por él, su carácter vino antes que él… (pero) de mi padre también aprendí lo que no debía hacer. Tenía sus luces y sus sombras. Por supuesto, también hay jugadores que me dicen que a muchos jugadores les aconsejó que no hicieran lo que él hizo. Entendió dónde había fallado».