Mas de 500 mil aficionados en la primera semana de partidos, con los 75.784 del Australia-Irlanda jugado en Sydney llevando la bandera, hablan, sin vueltas que darles, de una manifestación que se afianza en el gusto popular y que ya comienza a ser esperada con sed y apetencia. Volteando al pasado, no muy lejano por cierto, el fútbol de mujeres pasó de largo y en pocos años y casi sin que nos hayamos dado cuenta, ha llegado. De aquella curiosidad en que se veían los partidos en pequeños estadios de provincia ha saltado hasta los de grandes espacios.
No hay que comparar esta versión de muchachas con el de los hombres, tal como no es posible equiparar el baloncesto de la NBA con el de WNBA, ni el voleibol ni el atletismo de varones con el femenino en todas sus manifestaciones. Cada quién en su realidad sin pretender hablar de uno recordando al otro, ofreciendo cada uno lo mejor de cada uno…
Alex Morgan (Estados Unidos), Linda Caicedo (Colombia), Sthep Catley (Australia), Ary Borges (Brasil), Hannah Wilkinson (Nueva Zelanda), Cristiana Girelli (Italia), Alexandra Popp (Alemania), Esther González (España), han sido jugadores que han propiciado el desborde en las gradas de Australia, y han vaciado los vasos de cerveza en Nueva Zelanda en celebración de sus goles en atiborrados bares.
En verdad que a este fútbol aún le falta el trabajo de los equipos de menos presencia para que los enfrentamientos ante los más refinados sean de resultados menos previsibles, pero así comienzan la mayoría de las cosas; así sucedió con el masculino y, ya vemos, cualquiera le gana a cualquiera.
Si se habla de que la sociedad de todo el planeta está en los portones de “un mundo nuevo”, por el fútbol de mujeres debe haber comenzado. Los países oceánicos anfitriones han sentido tal movimiento en sus entrañas, porque a decir verdad, el fútbol, aunque es un deporte ancestral, es novedad el hecho de que ahora las muchachas lo hayan hecho suyo.
Por eso, cómo no hablar de ellas, de sus gestas, de su seriedad, de su compromiso… En Venezuela quizá no se ha sentido esa remezón que por estos días viven de pleno otros países. La tradición de seguir el Mundial de varones, aunque la Vinotinto nunca lo haya jugado, sea la causa principal, pero ya llegará el día.
“Llegamos siempre tarde, donde nunca pasa nada”, cantó alguna vez el gran Serrat, y así está pasando aquí con los partidos en Australia y Nueva Zelanda. Como todo en la vida, habrá que esperar y que la selección de muchachas clasifique para que el contagio de la fiebre se eleve a números insospechados.
Nos vemos por ahí.