Los jugadores de Canadá y Estados Unidos aparecieron en el terreno de juego después de que una avalancha de lluvia lo dejara en condiciones precarias. Las chicas parecían más bien miembros del equipo de su país en el último Campeonato Mundial de Natación, y no futbolistas del equipo nacional de la Copa Oro.
A pesar de las condiciones a las que fueron llamados a jugar, se rindieron, llenaron de barro sus jóvenes cuerpos y con sus acciones revelaron varias cosas. Una de ellas fue que borraron de los tradicionalistas la idea de que “el fútbol no es para mujeres, y menos en esas canchas llenas de agua”.
La otra, y es algo que llama a reflexionar a las autoridades del fútbol mundial, es que el juego, por muy popular que sea, por mucho que digan que representa la vida misma, debe tener límites, límites que confirmen que Un juego así no puede ser…
Porque, ¿cómo y con qué argumentos se puede defender una pelea desarrollada en estas condiciones?, ¿quién es el responsable de las lesiones y traumas que puedan sufrir las niñas después de acudir de esa manera al sacrificio? Pero este problema no es nada nuevo. Ha sucedido en muchos lugares, incluso aquí en Venezuela. Hemos jugado partidos bajo lluvias intensas y torrenciales, y no ha habido manera de convencer a las autoridades de que detengan ese circo.
Hay terquedad, espíritu de sacrificio; buen sacrificio para los jugadores, para cumplir el calendario aunque sea en esas canchas para anfibios y no para humanos…
Que las selecciones brasileña y americana hayan llegado a la final es consecuencia de los programas y la constancia del fútbol femenino. En esos países se ha insistido en desarrollarlo, en liderar la caravana, y quizás en creer que el futuro del fútbol está ahí, con las mujeres.
Una teoría entre los aficionados al fútbol es que la fatiga ya está empezando a aparecer en el fútbol masculino; Hay demasiadas copas y campeonatos, ligas y ligas, y el tema parece agotador.
Con las niñas no ha pasado, porque aunque ya se está comercializando, todavía está en su fase embrionaria. Se trata de Deyna Castellanos, quien formó un contrato que le garantizará 450 mil dólares al año, una cantidad importante para ellos.
Por tanto, el fútbol femenino está tomando vuelo. ¿Hasta dónde llegará? Imposible saberlo; comienza a caminar por senderos vírgenes, inexplorados, pero con atención internacional como se pudo comprobar recientemente durante los Mundiales de Australia y Nueva Zelanda, cuando más de un millón y medio de espectadores disfrutaron del espectáculo en los estadios.
Te veo allí.
La entrada Barro en el terreno de juego, ¿qué significa? se publicó por primera vez en Leader in Sports.