La mala conducta y el mal comportamiento proliferaron en los campos de fútbol. El maltrato, la violación y las denuncias dan vueltas todos los días, y parece que un jugador que no procede así con una mujer no tiene cabida en el mundo del fútbol. Hace unas semanas, el caso de Dani Alves explotó como una granada en la mano, acusado de exprimir y llevado a los tribunales españoles con pocos atenuantes. Y aunque su juicio aún no ha terminado, el defensa brasileño se cuece y rumia su frustración en una celda de Barcelona. En el más reciente de estos detestables casos de agresión a niñas, Achraf Hakimi, defensor hispano-marroquí del Paris Saint-Germain, compareció por motivos similares. Ambos, como no podía ser, se declararon «no culpables» (como declaró OJ Simpson en su juicio) ante los tribunales de la acusación…
Los dos futbolistas nombrados, como muchos en el pasado reciente, hicieron sus actos de bejamen bajo la certeza de que estaban por encima del bien y del mal. Como figuras públicas, con su reputación de niños ricos y bien colectivo, han creado sus propios códigos de conducta, sus propias leyes de lo que está bien y lo que no. Robinho, Benjamin Mendy, Santi Mina, Neymar, Mason Greenwood y decenas de jugadores más han pasado por procesos similares. Ellos, jóvenes poderosos, invencibles, herméticos, irresistibles, han derrotado descaradamente las llaves sagradas de la sociedad. Y luego son el foco de atención pública que no siempre repudias; siempre hay alguien que los apoya en secreto porque siempre hay gente para todo, y tal vez, escuchando los episodios con el inevitable morbo humano, alguno hubiera hecho lo mismo en situaciones como las aquí señaladas…
El ser humano sube a su pedestal de bronce, pero muchas veces cae con estrépito, como Alves, como Hakimi y tantos otros. No siempre estás arriba, como estos jugadores y todos aquellos que, en su supuesta superioridad, se han caído por el precipicio. Después de la idolatría, cuando la fama no es más que un recuerdo borroso («Con ella no hay salida fácil», como cantaba Yordano), viene la nostalgia, y la nostalgia de la nostalgia que es el fracaso, y el adiós a tanto. escenografía, tanto exceso. Quizá sea esto lo que lamentan Alves, Hakimi y todos los que hoy se lamentan, aunque Jorge Luis Borges dijera que “no hay perdón ni arrepentimiento; lo que existe es el olvido».
Te veo allí.