Todo empezó el martes 2 de abril. El Táchira, emocionado por el público congregado en el estadio de Pueblo Nuevo, pisó la habitual cancha con River Plate de Buenos Aires al frente, para disputar su primer partido en la Copa Libertadores de 2024. Había sueños de reivindicación, de evocar aquellos días de trueno. para el Táchira de Carlos Moreno que logra vencer a Independiente de Avellaneda e Internacional de Porto Alegre. Un gol de carambola, y un golazo desde fuera del área, acabaron con la ilusión.
Ese mismo día, y en el Brígido Iriarte, el Rayo Zuliano debutó en el escenario internacional, la Copa Suramericana, perdiendo ante el uruguayo Danubio. Dos derrotas para el fútbol venezolano y luego hubo que esperar a ver si Caracas y Metropolitano tenían el coraje y la categoría para salvarlo…
Llegó el jueves 4 de abril. El Caracas, repleto de jóvenes ilusionados, decididos a lavar la cara del prestigio nacional, se enfrentó al Atlético Mineiro en el Estadio Olímpico. Doce minutos bastaron para empezar a dispersar el humo del entusiasmo caraquista en la Libertadores.
La aplastante derrota, infligida contra una máquina brasileña que nunca tuvo que recurrir a sus mejores métodos, desnudó al equipo rojo y provocó una desagradable decepción entre los aficionados. Ese mismo día, los Metropolitanos, que ganaron fuerza y rendimiento en el marco de la Suramericana, salvaron el honor al caer por estrecho margen, 3-2, ante el peruano Garcilaso. En fin, cuatro partidos y cuatro derrotas, tres de ellas en casa, y la fe futbolística del país, como en el tango, tiembla…
No sabemos si el dinero que reciben los equipos por jugar en casa puede ser suficiente. En el deporte, la dignidad de ganar vale mucho y va más allá de lo meramente económico. Ganar los partidos tiene que ser el objetivo y la semana pasada no pasó nada de eso ni estuvo cerca de pasar.
El fútbol del país sigue estancado, lo que es como retroceder, salvado sólo por los jugadores que actúan en el exterior y defienden la camiseta de la Vinotinto con generosa dedicación. Fue particularmente descorazonador ver la superioridad de River Plate y Atlético Mineiro sobre los equipos locales; En su recepción del balón, sus salidas, su posicionamiento estratégico y sus llegadas claras se retrataron dos versiones de juego opuestas y diferentes.
El fútbol venezolano es malo, no es un descubrimiento, y más allá del dinero que ganan los equipos jugando en casa, no hay nada en el horizonte que cambie eso. Sólo queda esperar, con la esperanza de un buen fútbol, los partidos de vuelta. Te veo allí.