Cuando yo era adolescente, en los años setenta, mi padre, médico, siempre nos decía: “si tienen algún accidente de cualquier tipo, en cualquier lugar de Venezuela, por favor pidan que los lleven a un hospital público. No sólo se les garantiza que estarán disponibles los mejores médicos, sino que también se les brindará el mejor servicio”. Esto ya es como una leyenda… Habrá incluso gente que no lo creerá.
Lo mismo sucedió con las escuelas y las escuelas secundarias: los jóvenes que estudiaron -a partir de los años cuarenta- en escuelas privadas, completaron su educación secundaria superior en una escuela secundaria porque tienen los mejores profesores. Por ejemplo, mi tío Rafael Branger estudió en el Liceo Andrés Bello. Y con él estaban muchos de sus amigos. Por no hablar de las universidades. La UCV y todos sus campus de extensión en todo el país cuentan con los mejores profesores. Todos están bien remunerados y se aplican escalas de respeto y mérito. Era un reflejo de un país en ascenso y aparentemente imparable… hasta que Chávez llegó al poder.
Quizás se pregunte por qué hablo de esto. Tenía la intención de escribir sobre otro tema, pero no hace mucho me escribió una amiga pidiéndome que publicara en X una solicitud para ayudar a un enfermo que ella conoce. Y debajo del pedido me escribió a modo de colofón: “Esto es terrible. Y las clínicas y los médicos cobran cada vez más y muy pocas personas pueden permitirse esa enorme cantidad. Que Dios tenga misericordia de Venezuela”.
Me sentí indignada cuando leí eso. Porque la culpa de que tanta gente pida dinero para tratamientos, cirugías e incluso entierros no es de los médicos ni de las clínicas privadas: es del régimen que ha destruido todo lo construido en Venezuela desde Juan Vicente Gómez hasta el final de cuarenta años de democracia. Pero para que un profesional pueda repetir uno de los mantras marcados por el chavismo, eso al menos debe cautivarme. Equivale a achacar a los ladrones las sanciones por todo lo que se sale de control.
El comunismo de Chávez buscó, como todos los regímenes de ese tipo, acabar con la propiedad y las empresas privadas… y lo logró en gran medida. Ellos, que han pronunciado discursos de que la propiedad privada y la acumulación de riqueza en manos de unos pocos son la causa de la desigualdad social, la explotación de los trabajadores y la injusticia económica, son los nuevos ricos en Venezuela.
Y han causado desigualdad social, explotación -o peor aún, desempleo- y todo tipo de injusticia económica. Y ya no ganan dinero con el trabajo como antes. Lo hicieron mediante robo. Por supuesto que ha habido corrupción antes. Eso es innegable. Pero nunca alcanzó el nivel que hemos soportado durante los últimos 25 años. Chávez tuvo la suerte de tener precios del petróleo más altos durante más tiempo que todos sus predecesores. Venezuela recibió una afluencia de fondos descaradamente robados. Y sólo hay cuatro gatos en cautiverio (¿debería llamarlos “chinos Recadi”?
Aquí no hay socialización de los medios de producción y mucho menos una distribución justa de los recursos para asegurar la igualdad de oportunidades y bienestar para toda la sociedad. Los venezolanos viven en los mismos niveles de incertidumbre y pobreza que padecían antes del descubrimiento del petróleo.
Continuando con el chavismo (y su peor consecuencia, el madurismo) es la crónica de una muerte anunciada. Y Venezuela es un país moribundo. Continuar con un sistema desmotivado seguirá fomentando la falta de motivación y la baja productividad. Lo que ha provocado la concentración del poder en manos de un pequeño grupo de líderes es corrupción, nepotismo y, por supuesto, ausencia de rendición de cuentas.
Por no hablar de la supresión de libertades individuales como la libertad de expresión, la libertad de asociación y la libertad de prensa, ha llevado a la represión política y a la falta de diversidad de opiniones. Y finalmente, hay escasez de recursos para la producción y la inversión. Esto sólo reduce la calidad de vida de las personas. Por estas razones, el comunismo fracasó en todo el mundo debido a los limitados incentivos económicos, la centralización del poder, la falta de libertad individual, la planificación económica ineficaz y la escasez de recursos.
Por lo tanto, la culpa del paciente por no tener suficiente capacidad económica, así como por no poder acudir a lugares que antes eran accesibles porque para eso se utilizaban los impuestos, no es de los médicos ni de las clínicas privadas centrales. Es del fallecido Hugo Chávez, de Nicolás Maduro y su círculo. Los propios comunistas van a clínicas privadas cuando están enfermos, sin importar el costo. No les importa la gente. Así que quien repite los mantras que repite una y otra vez para culpar a los demás de sus propios fracasos es cómplice, aunque no lo crea y ni siquiera lo sepa. Porque pecamos por nuestros pecados y también por nuestros defectos.
@cjaimesb