Carmen y Luis sintieron vibrar sus cuerpos apenas se vieron, la forma en que se besaron por la mañana fue testigo de esos amores prohibidos. Las noches en Guanajuato en México tenían el misterio de ser cálidas cuando las ves a ambas.
Pensaron en salir de casa y ver lo que pasaba en la calle de piedra, pero Gerardo, el padre de Carmen, ya sospechaba de las excursiones de su hija. «Si sé que ves a ese hombre, no se lo dirás».
Luis y Carmen se desvivían por verse cada noche, poniendo a prueba su cuerpo caminando por las cornisas de las casas. Sin hacer ruido por los tejados, ni le importó despertarse dormido al día siguiente.
«Ve a casarte con don Sorba, es el mejor pretendiente para ti», dijo el padre de Carmen. Pero la joven pensó que era hora de enamorarse. La casa de la bella joven de figura encantadora y ojos color caramelo tenía un cuarto oscuro donde su padre la encerraba.
calle de besos
Pero cerrándola con poca comida y bajo llave, los amantes aún se siguen viendo. Luis había ahorrado y comprado la casa de al lado para tener más cerca a su novia en ese México frío.
Carmen era la joven que todos querían y don Sorba la quería para él y por eso su padre se lo recordaba todo el tiempo. Una noche de luna llena, el padre vio como Carmen y Luis seguían enamorados y viviendo ese amor prohibido por el fuego.
Pero la rabia pudo con Gerardo y esa noche desenvainó un cuchillo afilado que don Sorba le había traído de Atenas. Ese amor tuvo un trágico resultado esa noche donde la joven perdió la vida.
El callejón del beso quedó inmortalizado en ese momento en que la joven quedó en brazos de Luis tras la herida que le provocó su padre. Desde ese día, aquel anciano estuvo lleno de fama y amantes que venían a visitar la casa y oír lo sucedido.
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