Agarró el balón y retrocedió cuatro pasos. Miró al arquero y levantó el rostro al infinito, y de repente apareció la película de su vida. Cerró sus pequeños ojos y recordó su juventud y primera juventud, los días de jugar interminablemente al sol en el Colegio Calasanz de Catia con camisa azul y pantalón de vestir, su querida familia, los pasos de un delantero en ciernes en San Antonio de Los High. Caracas, Canarias, Rusia, Inglaterra, China, regresa a Inglaterra, Argentina. Había sido amado, pero durante los últimos meses también había sido herido en su orgullo por estas maldiciones y malos chismes debido a su falta de objetivos.
Lea también: Deportivo Táchira gana por poco a Carabobo
Se detuvo detrás del punto penal y pensó cuán resumida puede ser la vida de un ser humano sólo en ese momento que le parecía supremo; Dio una corta carrera y no había fuerza que pudiera detenerlo. Mandó el balón con un puntapié preciso, como buen jugador, pero tal vez quería vengarse de tantas cosas juntas, y que el país celebrara y cantara su nombre en algún momento. Sí, Salomón Rondón volvió a ser Salomón Rondón. El faro de la Vinotinto, el misterio resuelto del chico que el pasado sábado celebró su cumpleaños 34 aferrado a la gloria de una cárcel. Pero no fue un penal cualquiera, uno de esos que se marcan cada minuto en las canchas del mundo. Era la prisión trascendente, dichosa, notable, la que acababa de abrir las puertas del cielo a su país. Salomón Rondón recordó en ese momento que él era Salomón Rondón.
Y así Venezuela navegó guiada por el gol, por el goleador, y volvió la mirada a esa camiseta que, con el número 23, rinde homenaje no a un jugador del pasado, sino a Michael Jordan. Qué cosas más extrañas se ven en ese universo de creencias y mitos, de leyendas inventadas y reales, de historias contadas y distorsionadas al pasar de unas a otras a través del tiempo. Me gusta mucho la pequeña historia de una prisión que Salomón Rondón nunca podrá olvidar.
Ahora a otear el horizonte, a ver si es posible saber que más adelante, hasta donde alcanza la vista, vendrán tiempos mejores. Estos días transcurren en la incertidumbre sobre si River Plate lo quiere o no, si su presencia en el equipo bonaerense será importante o si, en uno de los giros que toma el fútbol, el caballero andante no chocará contra los molinos de viento, sino que llegará. tener un equipo que lo aprecie en todo su valor legítimo.
El coraje de la noche del castigo, su determinación, su redención como capitán de siete mares con el timón ante sí. De su auténtico valor Vinotinto para la vida. Que bueno que no fallaste, Salomón, que bueno que regresaste de aquellos días luminosos con goles y canciones, con abrazos y vino y rosas, como cantó una vez el trovador Ismael Serrano. Que bueno que seas venezolano.
Uno y uno: ¿es suficiente?
Cuando haya pasado la euforia de la victoria inicial, debemos detenernos frente a la realidad. Derrota en Barranquilla ante Colombia, victoria en Maturín con Paraguay al frente.
Uno y uno: ¿es suficiente? Por supuesto, esta sería la proyección de perder como forasteros y lograr la victoria como anfitriones. Ecuador ha llegado así a sus cuatro Mundiales: ganándolo casi todo en casa y arañando algún punto aquí y allá para llegar a la meta.
Por eso, es necesario que la Vinotinto intente imitar a personas de medio mundo. Ahora le tocará a Venezuela negociar con Brasil en suelo extranjero y luego esperar a Chile en su propio territorio.
Fiel a la progresión, si la muestra sigue esa constante, la media es verdadera. Sólo que sigue siendo arriesgado caminar al borde del precipicio, es decir, pensar que lo ganarás todo en casa. Cuidadoso.