En ese momento todo iba creciendo, sin preocupaciones ni excitaciones, todo parecía fantástico, todo estaba tranquilo, verde, feliz, el mundo estaba lleno de sueños, de algodón, de amor, el futuro parecía brillar con gran esplendor, el mundo era lindo. amor y dulces oraciones, nos creíamos poetas de todo lo bello y rico, compartíamos ideas, sueños, leíamos los clásicos, cada uno de Vargas Vila, Julio Flores, Asunción Silva, César Vallejo, Rubén Darío tenía su propia opinión sobre Guillermo. . Valencia, Víctor Hugo, etc. No imaginábamos que el tiempo nos desgasta, que cada uno de nosotros cargará con las consecuencias de tantos errores, de tanto sufrimiento, de tanto egoísmo, de tanto cansancio y errores. Hablamos de filosofía, hablamos de cómo los días se llenan y los años se desvanecen, hablamos del cansancio que dejan los calendarios y de la desintegración de nuestros sueños.
Quizás algunos de ellos tenían miedo de los años venideros, esperando que el tiempo silencioso del espejo se desviara y no nos partiera rápidamente la cara, y que inevitablemente nos cambiara. Hubo tiempo para ver los caminos, hasta que las verdades comenzaron a llegar poco a poco, alrededor del dulce hogar, el hogar que dejamos para siempre, sin pensarlo dos veces, sin dolor y gloria…
Atrás quedaron los tiempos en los que calentábamos la estación invernal con el sol de alegría al amparo de un ángel que nos cobijaba en nuestra infancia, nos protegía del frío en mitad de la noche. Con sus santas manos quitó de nuestro camino la soledad y el miedo, soledad y miedo que luego se convertiría en parte natural de nuestras vidas. Sin decirlo ni planearlo, nos dio y brindó su amor y cuidado con sus manos llenas hasta que nos crecieron las alas y nos despedimos… La vida es así, el tiempo de todo lo bueno y sencillo y de pasar momentos. Los rayos azules del cielo derramaron en los corazones un nimbo blanco de alegría y paz, nos despedimos del agua clara, del olor a jazmín y de los sueños perfectos. Y así fueron pasando los años, hasta que llegó el momento en que la nieve se deslizó de las hojas y cubrió nuestro camino, llegó el momento de cruzar el puente que conducía al atardecer…
Al pasar por las golondrinas, por mucho que intentemos escalar, el calendario se encarga de sacarnos de la nube en la que creemos, motivo suficiente para avanzar con firmeza y no rendirnos en ninguna batalla. Las cosas que peleamos de lunes a domingo, año tras año, aunque todas estas peleas sean inútiles y, como dijo García Márquez, «cuando nos guardan en esa maleta, lamentablemente morimos».
Como decía Borges, Borges siempre viene con sus buenas razones de que se necesita el amanecer y el anochecer para escribir el libro de la vida, la vida. La mañana nos dejó atrás, el atardecer todavía nos llegó con amor, ganas, ilusión y muchos poemas, esperamos que el encuentro sea largo, llanto, luto y olvido. Llenos de sueños y esperanzas, la vibración de la vida continúa invitándonos a vivir felices para siempre…
Hoy somos la canción del amanecer, mañana la fiebre del atardecer…
Amanda Niño P.