Se me interrogó y no me resultó difícil responder: «por su deber ciudadano» que cumplió a carta cabal, presumiendo que de la conmemoración de su nacimiento que le permite resucitar ante la historia, sería aprovechado para intereses distintos, con los que se debe honrar a una persona, que si bien nació en la Asociación Juvenil Venezolana (AJV) encontraría en Acción Democrática, un instrumento de lucha «Para una Venezuela libre y de todos los venezolanos» consigna, con la que fueron miles de documentos que suscribiera como líder del partido, para atender a la sociedad en general sin distingos de ninguna naturaleza.
En ese sentido, Doris Parra de Orellana se destacó, precisamente por atender a la sociedad civil larense, porque como concejal, diputada, senadora y gobernadora se debía a la ciudadanía y ello, lo entendía la militancia del partido, requiriendo diálogo y tolerancia, que le merecieron el respeto. Por ello, su larga permanencia en el liderazgo político larense, compartido con hombres como Eligio Anzola Anzola, Miguel Romero Antoni, Teodoro Meléndez Penzo y Guillermo Luna donde sin duda, no era ya la Acción Democrática qué le pidiera abandonar una pequeña oficina donde desde por la mañana atendía a sus compañeros o no.
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Era la Acción Democrática excluyente, autócrata y clientelar, donde el dirigente se hizo contratista o cobrador en dólares. De allí que, Doris Parra de Orellana no murió siendo adeca y nos resulta hipocresía reconocerla como tal y si bien, lo que fue, se le debe al partido, no menos cierto es que, su liderazgo le trascendió, por lo que nunca se mereció aquel desprecio y la voluntad de una persona debe respetarse, para venirse a improvisar un sarao de costosos pendones y un mariachi de parrandas parroquiales que no, una serenata con la orquesta «Mavare» que se lo merecía y unas rosas en su tumba.
La Acción Democrática de Doris Parra de Orellana, puede y debe ser ejemplarizada por su legado histórico, su honradez, sencillez en su vestir, pero no aprovecharse de ello, para promover la candidatura presidencial de la familia Ramos D’Agostino, cuando de buena fe concurrieron personas de todos los sectores que desdibujó la intención.
Doris Parra de Orellana, es el ejemplo a seguir, en la reconstrucción de los partidos políticos corrompidos y mal vistos por el pueblo, donde la democracia no existe, la dirigencia se impone, haciéndoles iguales al partido del régimen y seguros estamos, que esa Doris Parra de Orellana de haber vivido, continuaría en su «Club de Leones» y no, donde un sindicalista le despidiera, sino por su dignidad, que es lo que reclama la Venezuela decente y debe ser tomado en cuenta sin aprovechamientos de oportunidad que la ofenden y ya es tarde para pedir disculpas.
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Jorge Ramos Guerra
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