El cielo es naranja porque vuelve a ganar Max Verstappen, a reventar las gradas con sus entusiastas paisanos de los Países Bajos. Presencian otra barbaridad, su octavo triunfo consecutivo, décimo el año, duodécimo y récord de Red Bull.
Pero tan protagonista como él es su ingeniero, Gianpiero Lambiase, la única persona en la Fórmula 1 capaz de frenarlo. «Te aconsejo que uses más la cabeza», le recomendó este domingo.
Fernando Alonso endereza el fin de semana, que venía muy adverso, con una sólida prestación, marca de la casa, piloto de máximo nivel los domingos, una roca para los enemigos que exprime cada poro de vida que le ofrece la Fórmula 1.
El español escaló del noveno al quinto en una carrera modélica: buena salida, ritmo constante en un circuito poco propicio, mantuvo a raya al Mercedes de George Russel (equipo y piloto en progresión) y aprovechó la rapidez táctica de Aston Martin para sellar
un resultado que endulza las últimas decepciones.
Verstappen salía sexto por una sanción y le colocó 32 segundos al primer coche no Red Bull. ‘Checo’ Pérez no fue capaz de oponer resistencia. No hubo polémica ni debate posible: Max es más rápido. El holandés hubiera conseguido todos los premios del fin de semana si no fuese porque Hamilton le arrebató la vuelta rápida.
Nadie frena su ambición y tantas veces su irritante arrogancia, salvo su ingeniero, un héroe con el apelativo GP, Gianpiero Lambiase, quien le reprende, le corrige o le contesta públicamente a través de la radio para regocijo de medio mundo.
Nadie más se atreve a llevar la contraria a Verstappen, y aunque la relación entre el piloto y su ingeniero es calificada como de matrimonio incorruptible, la situación se establece desde una cierta igualdad. Cada capricho o queja del insaciable Max recibe la réplica de su ingeniero.
ABC de España