Las quarapitas rocosas de «El Doctor Asesino».
Ricardo Carvajal llegó a Catia a fines de 1944; Compró una casita cerca de la lechería Silsa y, viendo el frío que hace en Caracas durante los últimos meses del año, decidió montar una barra de guarapitas en botellas recicladas envueltas en papel periódico, que ya había hecho. Upata. En el estado Bolívar, desde 1917.
Dicen los interesados que Carvajal era aficionado a la lucha libre, que se realizaba todos los viernes en el Nuevo Circo de Caracas.
Existía un famoso luchador mexicano llamado Cesáreo Alberto Manrique González, cuyo apodo o apodo era “El Médico Asesino”.
Los caraqueños lo admiraban y especialmente a Carvajal, quien aprendió más sobre su estilo de lucha a partir de una película de 1952 exhibida en Caracas en la que «El doctor asesino» enfrentaba a Santos contra «El enmascarado de plata» contra «El demonio azul» y otros. A partir de ahí, su fama en cine y televisión creció.
Todos los jueves de 1955 en adelante, el dueño del bar Orinoco de la calle Columbia de Catia, Caracas, encendía su televisor en blanco y negro (era muy poca gente) y llenaba el estuche para ver lucha libre. Fue transmitido por Televisión Nacional (Canal 5).
Con el tiempo, Carvajal desarrolló una nueva identidad y se convirtió en el «Doctor Asesino», como era conocido por sus milagrosas gurapitas.
Carvajal, apodado el «Doctor Asesino» a pesar de su inquietante etiqueta de alcohol, era un hombre alegre, pacífico, emprendedor y padre de cuatro hijos, según quienes lo trataron.
Aún con reminiscencias del «Doctor Asesino», cincuenta años después, la bebida evoca la nostalgia en cualquier rincón de Katya.
Varias generaciones de caraqueños disfrutaron de las guarapitas del famoso “Médico Asesino”, pero hoy pocos recuerdan el nombre de Ricardo Carvajal.
Solo saben que dejó una leyenda entre todos los madrugadores de la época y su sitio frente a chocolates La India en Katia.
Sus cócteles alcohólicos de «clase alta», elaborados con una mezcla de jugos cítricos (maracuyá, ananá, guayaba y guanábana), eran los brebajes favoritos de los caraqueños, y venían en botellas sin etiquetar, cuidadosamente envueltos en papel periódico y muy fríos.
Vecinos de Katia denuncian que venían de distintos puntos de Caracas a comprarle «guarapita» al «médico asesino».
Hasta los políticos venían al bar Orinoco temprano en la mañana, en busca de unas cuantas botellas del delicioso licor de frutas que aquí se hace.
Se dice que los cantantes Daniel Santos, Julio Jaramillo, Bobby Capo y Rolando LaSerie se fueron de negocios y de visita a Caracas, acompañados de amigos al Bar Orinoco, donde se encontraba el «Doctor Asesino». esperándolos para degustar sus guarapitas y el famoso «Zamurito», un inocente afrodisíaco.
Su ingenio lo llevó no solo a crear nuevos brebajes, sino también a inventar nombres como «Zamurito», una combinación de aguardiente, vino y ciruelas.
Su trabajo tuvo tanto éxito que otros intentaron copiarlo pero fracasaron.
Su negocio era el más frecuentado por universitarios y otros clientes, quienes juntaban 10 bolívares y hacían una fiesta en casa con una botella de guarapita, un pico (tocadiscos) y una larga partida de guaracha o salsa.
Carvajal no se hizo millonario, llevándose a la tumba el secreto de las fórmulas de los legendarios compuestos alcohólicos, y no se preocupó por vender sus productos.
Nunca patentó la fórmula, ni quiso que sus hijos aprendieran a hacer la bebida.
Hoy en día, la leyenda del «asesino médico» todavía persigue a Columbia Street al oeste de Catia.
A pesar del sabor de sus tragos, no disfrutaba del todo de los noctámbulos y las noches de fin de semana de aquella época.
J. Armando Gruber B.