Beatriz era una mujer que, a pesar de estar enferma, notó cómo la sombra del guerrero se reflejaba en un rincón de la habitación de Valencia. Entre noches febriles por enfermedades de la piel, escuchaba como si alguien viniera a hacerle compañía.
Su esposo le prestó poca atención, su corazón estaba perfecto ya que el médico le dijo después de unos años que tenía un corazón de niña. Pero se preguntó quién venía en la oscuridad de la noche.
El esposo durmió en las escaleras en la misma habitación de arriba. Pero él no creyó lo que dijo la mujer. «Dijiste que la gente sale en esa esquina y te trata» siempre repetía lo que le decía la madre de sus cuatro hijos.
Aunque Beatriz notó que alguien venía de madrugada, no lo notó tan de cerca entre el sueño y el miedo. Yuraima le dijo que hay una mujer que sabe cómo expulsar a esos espíritus de las casas. ¿Crees que esto ayudará?, dijo.
Yolanda llegó el viernes para hacer un mandado especial y cuando llegó dijo que algo andaba mal en casa. Un simple incensario, pensó, ardía como si le hubieran echado gasolina a una llama en un rincón. «Esa es la verdad»dijo la mujer con voz temerosa.
La sombra de un guerrero en casa
Se mezcló fuerte incienso, se quemaron hojas secas de laurel, Yolanda se puso a rezar y se sintió una fuerte brisa dentro de la casa. Ese viernes de 1984, hubo truenos afuera.
«Es fuerte, muy fuerte», dijo la mujer, parecía que había un ejército de caballos dentro de la casa. La casa era misteriosa, se escuchaba el llanto de los niños en cuatro cuartos y en el baño; o como alguien que de repente baja las escaleras. O pasos misteriosos al amanecer.
Yolanda se quedó pensativa, como si realmente sintiera algo y no recurriera a la mentira. Se dijo a sí mismo… «No sé lo que siento, pero se ha ido»dijo la mujer. Los nuevos dueños de esta casa todavía escuchan ruidos extraños.
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