Ali Primera decía que cuando llamaba poesía, llamaba hombre. Aludió a Walt Whitman, los inmortales Pablo Neruda y César Vallejo.
El «cantor de la ciudad» se refirió a unos poemas escritos en la pared de un calabozo.
Citó un río lleno de canoas y la «poesía traidora de Andrés Eloy».
Era Andrés Eloy Blanco, un poeta traicionado; negada por la confiscación de los sueños, por el fraude de una nación posible, la nación del pan, del trabajo y de la tierra. Un bardo olvidado en el país de “una Venezuela de venezolanos”.
Debemos conocer a Andrés Eloy sin importar nuestra posición política. Más allá de la habitual mirada partidista, caricaturesca o ideológica, tenemos que desvelarlo.
Andrés Eloy fue un enamorado de las musas con todo lo que ello implica: “Soy el poeta, niños, casi nada en la vida: lo que arde en la sed, lo que duele en la herida”.
Me resisto -por temperamento, timidez o quizás por cierto regusto positivista inconsciente- a hablar en primera persona.
Para acompañar al autor en cualquier momento y lugar. Percibe a los demás como más autobiográficos: expone descaradamente sus hazañas y experiencias.
no sé Pero dadas las circunstancias me parece relevante: soy lector de un poeta que ahora está de cumpleaños, un poeta que bebí del teatro callejero de los 80, cuyo amor por esa rapsodia me inspiró -en gran parte- de mi madre. , mi viejo, ahora ausente, y de quien, cuando tengo la oportunidad -por terrible que le parezca a algún exquisito- lo recito con devoción. Este es mi Andrés Eloy Blanco.
Todo puede decirse de aquel Cumanés fallecido en México el 21 de mayo de 1955, pero nunca negar su alto vuelo literario y su palabra ardiente y justa.
Con una palabra sencilla, cantora, sonora, horizontal, se mueve entre la fiesta y la protesta social.
Luis Felipe Blanco Fariñas y Dolores Meaño Escalante fueron los padres de este niño inquieto, que ya estaba dando sus primeros pasos en el Círculo de Bellas Artes.
Como bardo rebelde, experimentó temprano los rigores de la prisión de La Gomera.
Sus huesos fueron en repetidas ocasiones a prisión por su tenaz lucha a favor de las libertades públicas.
Hace un siglo, en 1923, Andrés Eloy se coronó con el primer premio en los Juegos Florales.
Su poema «Canto a España» conquistó a crítica y público extranjero.
Esto sería sólo el aperitivo de una vida dedicada a la palabra profunda, bella y combativa.
Una vez finalizada la oscura dictadura andina, Andrés Eloy seguirá denunciando -a pesar de alguna responsabilidad burocrática- al indeciso gobierno de Eleazar López Contreras.
Entre los que sentaron las bases del Partido Nacional Demócrata y la posterior acción democrática, estuvo el poeta oriental.
En 1946, Andrés Eloy era presidente de la Asamblea Nacional Constituyente y dos años más tarde fue Ministro de Relaciones Exteriores del presidente Rómulo Gallegos, rápidamente derrocado.
Andrés Eloy también sufrió el exilio perezjimenista.
En su mensaje a los pequeños, en su Coloquio bajo la palmera, dice: «Por eso quiero, hijo mío, / que te entregues a tus hermanos, / que luches por su bien / y no seas nunca aislado; / grueso y amada del mundo/ te prefiero sola y sabia/ a Dios, que me da tormentos,/ a Dios que me da fractura,/ pero que no me da un hijo/ con un corazón solitario.
Pura pedagogía contra tanta inteligencia artificial y silencio telemático que asola a nuestros hijos.