Los vencedores de las luchas que sellaron la separación absoluta y sangrienta de la corona española, serían los encargados de explicar que hubo muchas razones para tal empresa, porque el régimen español fue usurpador y vergonzoso, lleno de abusos y excesos.
Abogaban por causas políticas de autonomía y soberanía manteniendo intactas las relaciones económicas de dominación.
¿Cómo se podía decir que todos los hombres eran iguales, como dice la Carta Magna en sus artículos principales, en una Venezuela donde existía el trabajo esclavo? El censo y el carácter oligárquico estuvieron presentes en la Constitución de 1811 a pesar de todas las ventajas progresistas.
La historiografía elitista relegará a un segundo plano aquellos intentos que no partieron de la nobleza colonial. Si bien no es desconocido, al menos subestima a aquellos movimientos con intereses alejados del “círculo de los fundadores del país”.
Acompañar expediciones, insurrecciones y conspiraciones con el prefijo “pre” ya le da una connotación de segundo orden a estas iniciativas que no representan a las clases dominantes, además de veto desde el momento dorado de la Independencia.
Románticos, positivistas y revisionistas -salvo honrosas excepciones- tendrán la tarea de subordinar a las mayorías marginadas, calificándolas de «hordas bárbaras y holgazanas», incapaces de alcanzar virtudes republicanas exclusivas de los blancos criollos.
Aquí llegamos a los «movimientos de preindependencia», siendo la insurrección de José Leonardo Chirino el caso más ejemplar de lo que hemos afirmado.
Es en este sentido que llamamos la atención sobre la trascendencia histórica de José Leonardo Chirino, zambo libre que lideró junto a José Caridad González, el 10 de mayo de 1795, en las montañas de Corian y zonas aledañas, la rebelión de los negros y mulatos contra el abuso de José Tellería, poderoso comerciante y síndico de la ciudad, contra Juan Manuel Iturbe, representante de la Intendencia del Ejército y Real Hacienda, y contra Luis de Bárcenas, administrador de la Aduana de Caujaro, respectivamente.
La asignación de un estatus de preindependencia al levantamiento de Chirino también niega la importancia de un movimiento que defendía la ilegalidad de la esclavitud, la igualdad de clases, la eliminación de privilegios y la abrogación de la alcabala fiscal.
En el controvertido tema de la influencia o no de la Revolución Francesa y los principios republicanos, el movimiento de Chirino, sea cual sea la verdad histórica, no disminuye su contenido social en un momento en que el sistema monárquico daba evidentes signos de crisis en sus colonias de ultramar.
De tal manera que considerar a Chirino como una simple insinuación preindependencia es reforzar la mirada eurocéntrica y burguesa que invisibiliza el despertar de una propia conciencia popular proclive a la liberación de cualquier yugo.
A pesar de ser una manifestación local -como se ha enfrentado muchas veces, hecho que no es cierto historiográficamente-, la petición de Chirino es universal, la de combatir cualquier injusticia, con o sin organización ideológica, que no invalide la fuerza del espíritu humano que quiere romper las cadenas.
Chirino es un independentista, símbolo de un movimiento sociodemandante. No fue un “criminal”, fue un hombre con un pueblo ganado por la libertad, la emancipación y el hambre de inclusión, anhelados sueños que aún nos persiguen.
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