El antiguo aforismo dice sabiamente que la gente siempre regresa al punto de partida. Es como un destino marcado, tan certero como extraordinario; La tierra llama, se oye a lo lejos el campanario, se recuerdan las risas de los niños. Eso es exactamente lo que le pasó a Roberto Rosales, el siempre lateral derecho de la Vinotinto, quien a partir de estos días vestirá la camiseta del Deportivo Táchira.
Años en Europa, viajes aquí y allá, y hoy, con treinta y cinco años, está de regreso en el país que lo vio surgir al mundo. Salido de la escuela de fútbol Gulima, en San Antonio de Los Altos (de donde también surgió Salomón Rondón), marcó los caminos de su región cuando pasó a Anderlecht. No triunfó en la selección belga, pero sus sueños estaban ahí, al borde de su destino. Y así fue…
Hablan de los trotamundos del fútbol venezolano y mencionan a Ricardo David Páez, Alejando Cichero, Ronald Vargas… y Roberto Rosales. Conoció países y culturas, aprendió idiomas y fue un estudiante dedicado en esa universidad llamada fútbol. Bélgica, Países Bajos (en aquella época, años 90 y 2000, se llamaba Holanda), España, Chipre, Brasil, hasta que regresamos a Venezuela.
Pero si jugó en el fútbol brasileño, si era bien considerado en Recife, segunda división del torneo Brasilerao, ¿por qué volvió por un tiempo más? En el fútbol, veterano en los misterios, experimentado en el ocultismo, nunca se saben muchas cosas; El derrumbe de Rosales en Recife es uno de ellos. Y Roberto Rosales seguramente verá con añoranza a la Vinotinto jugar contra Bolivia. Otro chico quiere ese territorio de derecha que siempre fue suyo, pero no le hará daño, no le guardará rencor.
Sabe que dejó una escuela de cómo jugar en estos escenarios, que no hay nada que lamentar y mucho que celebrar. Una vez más, todos regresan como en el aforismo, como en la canción de Rubén Blades…
En unos días, la Vinotinto saltará a la cancha de El Alto para intentar respirar y ganarle a la gente del altiplano boliviano. Subirá 4.083 metros de altura para continuar en la agotadora carrera previa al Mundial de Sudamérica, y está convencida de que eso debe cambiar en un futuro próximo y en dos sentidos: que se jueguen los partidos contra Bolivia. en estadios con más significado para el deportista, para el hombre y por tanto en campos más amigables; y que se cambie la clasificación para que Venezuela por fin pueda ser parte del Mundial y romper los muros de lo imposible.
Nos vemos allí.