Hace unos días había expectación por conocer el momento en que Cristiano Ronaldo marcara el gol número 900 de su brillante carrera en las canchas del mundo. Un partido en Arabia y llegó el gol. Bravo portugués, cada día marca récords que pueden resultar insólitos en el fútbol del planeta. Y el jueves pasado también había quienes esperaban que Shohei Ohtani se convirtiera en el primer jugador en alcanzar la marca de 50 jonrones y 50 bases robadas en una misma temporada.
La gente permanecía alerta frente al televisor para ver los grandes, o los grandes, momentos del extraordinario japonés. Ese día, la pelota cruzó el aire tres veces, la tierra de las bases robadas se levantó dos veces y el chico de las fronteras de Asia se vistió como el «hombre 50-50». Dos hazañas de deportistas únicos, de jugadores de diferentes deportes, pero con un objetivo común: dejar atrás todo lo que han hecho, y transformarse en semidioses de este y de todos los planetas del firmamento…
900 goles y 50-50. ¿Quién lo creería? Hay que preguntarse: ¿qué viene después, 1000 y 60-60? ¿Serán posibles estos números alguna vez? Todo esto sucedió en el firmamento del deporte, de noticias sensacionales, mientras abajo en la tierra sucedían pequeñas cosas que importaban a quienes se suponía que importaban. Sin grandes carpas, sin el sonido estridente de trompetas y clarines, allí, a la sombra de los grandes acontecimientos, la Vinotinto se esforzaba por alcanzar su primer campeonato mundial. Para los jugadores venezolanos, para los fanáticos entusiastas, para los entusiastas medios de comunicación del país, sería un logro sin precedentes, un hecho que no se debe enfatizar más, una conquista sin igual.
Y llegar lejos en el entusiasmo, y en la lógica humana de quien le toca vivirlo, un hecho tan importante como los 900 de Cristiano Ronaldo, y el 50-50 de Shohei Ohtani… En poco más de dos semanas, Argentina estará al frente . La pelea por la Vinotinto no sólo tendrá el mágico atractivo de estar frente al campeón del mundo y todas sus figuras, sino también frente a frente con la gran posibilidad de plantarse frente a los portales del gran momento. Vencer a los argentinos no sólo será una victoria ante la «creme de la creme» del fútbol sudamericano, sino también soltar la boya y subirse al trasatlántico que los llevará al Mundial.
Pero como el periodismo nos enseña a mirar las cosas desde ambos lados, ¿qué pasaría si Venezuela sale de Maturín con la cabeza gacha y la mente nublada por tanta preocupación? Días después debemos ir a Asunción ante Paraguay valiente y entonces el cielo del VInotinto puede llenarse de nubes oscuras; En verdad, sería más saludable ni siquiera pensar en ello. Nos vemos allí.