Para ti, tal vez a quien nadie les escribió. Para ti que no tienes hijos porque cuidas de los hijos de otras personas. Para ti, que alegraste mi infancia con tu presencia, dulzura y sencillez. Para ti, almas puras a pesar de los sufrimientos, las carencias y las aventuras pasadas, siempre han sido fuentes de amor.
Para ti, querido papá, que os sentíais como vuestros nietos, porque éramos hijos de mi madre, la única niña que os daban para cuidar, porque mi abuela siempre tenía dolor de cabeza. esto es todo para ti llenaste su vacío con amor, le diste seguridad y compañía. Sentada al lado de nuestras cunas como un fiscal, y luego como una señora mayor, «Tataaaaaa, apúrate» a mi habitación. para ti que has estado escuchando mis gritos. y llegaste tan rápido como te permitía la inestabilidad de tu lento caminar. No te he dicho lo mucho que aprecio que te sientes al lado de mi cama y tomes mi mano hasta quedarme dormido por miedo a la bruja de Blancanieves, al Niño Mago, o alguna otra bruja o monstruo que suele aparecer a la hora de dormir. No sé cuantas horas sin moverte, esperas mi sueño profundo para finalmente soltar tus dedos. Para ti mi querida Tata, que me regalaste Barbies porque sabías que me gustaban, aunque pensabas que eran las muñecas más feas del mundo. Para aquellos de ustedes que se unieron a nosotros para almorzar antes de que nos sentáramos en la mesa de «adultos». Por ti que no quisiste ser una carga para nadie cuando nos cargaste a todos.
Para ti, Querida Mary, que nos hiciste la avena más deliciosa que jamás hayamos comido. Para ti que nos «perico» con huevos criollos de tu gallinero y Nunca dejas que mamá pague por ellos. A pesar de las constantes quejas de mi abuela, por ti que nos hacías reír a carcajadas con un cuchillo y una guillotina de queso feta, o cuando te negabas a creer que el hombre había llegado a la luna porque mirabas al patio, al cielo y anunciabas que «allí No hay nadie ahí.» Para ti, mi querida María, que fuiste una mujer tan trabajadora y lo más importante, muy honesto. Para ti que criaste a tus sobrinos para que fueran hombres y mujeres de bien. Darnos comida, asegurarnos de que la comiéramos toda, darles palmaditas en la espalda a nuestros amigos y decirles con autoridad: «¡Sírvete tú mismo!». para aquellos de ustedes que se ponen tristes cuando dicen. ¿Mencioné que también me obligas a hacer cosas que no te gustan? No tienes idea de lo feliz que estoy de decirte cuánto te amo. Aún recuerdo cómo abrazabas a mis hijas cuando íbamos a verte.
Para ti, querido cheche, mi mujer negra favorita, buena y divertida. esto es todo para ti fuiste el mejor jugador de todos los tiempos porque jugabas como una niña… Ahora entiendo que nunca dejaste de serlo. Para las que comprasteis la blusa «cerca de donde compraste la falda» y la falda «cerca de donde compraste la blusa». Para aquellos de ustedes que cocinan las comidas más divinas pero llevan las recetas con ustedes. Y gelatina, querido Cheche, nada de «sopa de azúcar». Para aquellos de ustedes que usan perfume cuando intentan tomarles una foto. esto es todo para ti déjanos cuidar de tu habitación, y hasta tocando una foto de Jorge Negrete, aunque nunca creímos que fuera su novio. Para ti, querido Cheche, inventaste el juego más interesante que jamás haya jugado un niño: «escoba, escoba». Para aquellos que pidieron ser enterrados en una urna blanca «Porque las urnas negras eran para los muertos».
Y esta carta también es para ti, querida adilia. Porque nos seguiste a las piñatas cuando no teníamos portero y siempre te sobraban tekenos. A ti que creaste los chorizos más divinos y los asados más asquerosos. Para ti que siempre te aseguras de que nuestro perro coma. Brindemos por traerles las historias más extraordinarias que jamás hayamos escuchado «fuera de la calle». Para ti, querida adilia, por nunca acusarme de tirar tierra a la comida que cocinabas y siempre darme ingredientes para mis primeros pasos en la cocina. Para ustedes Tata, María, Cheche y Adilia, porque son parte de los recuerdos más lindos de mi vida.
Para ti que me enseñaste que los lazos más fuertes no son los de sangre, sino los del alma..
Para ti, a quien amé, amé y amaré siempre,
Carolina.
Carolina James Branger