El 12 de agosto de este año fue trasladado el cuerpo de monseñor Salvador Montes de Oca, nacido en Carrora en 1896 y asesinado por los nazis en Lucca, Italia en 1944. Tras dimitir como obispo de Valencia, se convirtió en monje en la carta de la Orden de San Bruno en La Farnetta. Le dispararon por albergar a miembros de la resistencia italiana. El Cardenal Porras, Arzobispo de Caracas, presidió la ceremonia en la Catedral de Valencia.
Antes de ir a Valencia, como segundo obispo de la diócesis, el padre Montes de Oca fue sacerdote en las ciudades larenses de Cubiro y Anzoátegui. Posteriormente en Barquisimeto, da Templos de La Paz e Inmaculada Concepción, al costado sur de la Plaza Bolívar de mi ciudad. En 1929 fue exiliado a Trinidad y Roma.
La iglesia cuenta Servidor de Dios a este sacerdote se distingue por su humildad, inteligencia y valentía. Del primero, el testimonio más alto es su vida monástica después del episcopado; el segundo, sus clases en el Colegio Federal de Barquisimeto y su homilías doctrinales sólidas. Su valentía quedó demostrada no sólo cuando enfrentó la muerte a manos de la violencia de las fuerzas de ocupación, sino que en palabras de Andrés Eloy Blanco, «frente a la metralla nazi-fascista, este hombre tenía un corazón puro». y antes de eso, cuando ministró en su tierra natal, bajo circunstancias que pusieron a prueba su fidelidad al mensaje. Cristo.
El testimonio del mismo poeta y político en un debate en la Asamblea Nacional Constituyente en 1947 de que algunos diputados se opusieron a la repatriación de sus restos porque el fanatismo sectario no es nuevo para nosotros. Monseñor Montes de Oca era amigo de los cautivos. Mientras estuvo preso en el Castillo de Puerto Cabello, desafió a la dictadura «ante la furia de varios cortesanos» al pretender suplicar por su libertad. Allí pidió hablar con los prisioneros, transmitirles su solidaridad humana y transmitir noticias suyas a sus familiares, naturalmente ansiosos. Permiso denegado. Pero no quedó contento, y marchando hacia esa espantosa prisión, y en voz alta y clara, «no sólo sus amigos y familiares podían escuchar, sino también los asesinos que lo vigilaban», pronunció las palabras.Dios bendiga a los perseguidos en Venezuela«. Por eso todos «deseamos tener en nuestras filas soldados honorables y honestos como Monseñor Montes de Oca».