Estamos ante una realidad preocupante en Venezuela que nos hace reflexionar sobre el camino que hemos recorrido como sociedad y cuestiona el rumbo que queremos marcar. Lamentablemente, la violencia ha oscurecido nuestra sociedad durante las últimas dos décadas, dejando una profunda huella en el tejido social y en cada individuo. Así, inmersos en el complejo escenario político que caracteriza al país, los candidatos a las Primarias se ven inmersos en una inquietante realidad: amenazas y ataques que atentan contra su integridad física y su derecho a la libre expresión.
La violencia, lamentablemente, es característica de nuestra historia reciente. Sin embargo, hay que reconocer que el camino marcado por la violencia sólo trajo frutos amargos y destructivos. Ha sido una fuerza impulsora detrás de la polarización y el radicalismo, incluso divisivo dentro de las familias, y sumió al país en una crisis humanitaria devastadora y compleja. También ha sembrado una zona de resentimiento y desconfianza donde la comunicación se ha convertido en una tarea difícil y encontrar una solución común parece un objetivo inalcanzable.
Debemos darnos cuenta de que la reconstrucción de nuestra nación no puede construirse sobre la base de la violencia y el odio, sino que los verdaderos valores democráticos y civiles deben servirnos de brújula para guiarnos en este arduo camino. La coexistencia pacífica y el respeto mutuo son las bases sobre las que debemos construir una sociedad justa y próspera. En este proceso, la tolerancia se convierte en una moneda invaluable. Soñamos con una sociedad donde se celebre el intercambio de ideas y la diversidad de opiniones, donde las diferencias no sean motivo de enemistad, sino una oportunidad para enriquecer el debate y superar los problemas que demanda nuestro pueblo con las mejores soluciones.
Sólo en un entorno de comprensión podremos estimular un cambio real y sostenible. El camino hacia la paz se perfila como el único camino hacia el progreso que anhelamos en Venezuela. Esto significa rechazar firmemente cualquier forma de radicalismo que sólo exacerbe las divisiones y perpetúe un ciclo destructivo. Debemos rechazar las voces que incitan a la violencia y elegir el camino de la construcción, la cooperación y el respeto mutuo.
Tenemos la responsabilidad de no permitir que el miedo y la violencia destruyan nuestra esperanza de un futuro mejor. La unidad entre las diversidades, la búsqueda incesante de consensos y la promoción incesante de los valores democráticos deben ser siempre componentes esenciales para construir una Venezuela donde todos podamos vivir en paz y armonía.