Hace unos días fue recordado en ASOKAU, Livio Martinengo, un hombre de Carregno, nacido en Italia, y su huella está profundamente impresa en nuestra esencia cívica. En su honor reproducimos parte de una entrevista que le hizo hace años.
Nació en 1937 en Montbarone, en el norte de Italia, a siete kilómetros de Asti, en la región del Piamonte. Sus padres, José Martinengo y Felicita de Martinengo, eran agricultores. Tienen una pequeña finca de unas cuatro hectáreas donde cultivan maíz, uvas, alcachofas, pomerania y otras hortalizas para consumo propio y para la venta. Nació y vivió en los terribles años del siglo XX. Segunda Guerra Mundialcriado entre personas que sufren batallas y muerte.
Los años posteriores a la guerra fueron muy difíciles, la necesidad estaba en la mesa de cada hogar y la tierra cultivable se volvió demasiado pequeña para alimentar al país devastado por la derrota. Livio fue un excelente estudiante, pasó la primaria con excelentes notas. Estaba en tercer año de secundaria, con muy buenas notas académicas, cuando era casi imposible continuar con sus estudios, acudió al gobierno a pedir ayuda, y le respondieron con una carta muy linda animándolo a continuar. Lo felicitaron por sus estudios, por sus notas, pero no le ofrecieron una sola lira para respaldar esos buenos deseos.
En ese tiempo yo estaba trabajando de ocho a doce y de dos a seis, estudiando de noche y todo, y no se podía estudiar. Comenzó a pensar en su futuro y decidió venir a Venezuela. Su hermana mayor Leticia ya vivía en Carora. Se casó en la parroquia de San Juan con Fioravante Terra, un muchacho muy trabajador. Hotel Bolonia. Livio tenía unos 17 años cuando abordó el barco que lo trajo de Italia a Venezuela, un viaje que duró más de dos meses. Por fin llegó al puerto de La Guayra, que le había llevado dos días atracar, y contempló lo que entonces era un pequeño pueblo, con casas pobres y pescadores semidesnudos en barcas descoloridas. , pensó que todos los venezolanos vestían camisa y pantalón corto y que vender telas sería un buen negocio. Cuando pisó tierra firme, todos se saludaron con cariño, se abrazaron, se llamaron hermano, amigo, primo, se dirigieron por su nombre, desde que lo hizo sintió que llegó a un país donde todos somos una familia. . Le gustó, porque por una vez le gustó, los trataban igual y él se sentía criollo, aunque no entendía un poco de español.
Botones, cartero y vendedor de gasolina.
Livio Martinengo Llegó a Carrara cuando no existían ni la Panamericana ni la Larazulia, y el Hotel Bolonia era uno de los pocos edificios de dos pisos, una gasolinera donde se despidió de la ciudad para empezar a viajar a otros lugares. Trabajaba de botones, camarero, cocinero en el hotel de su suegra, limpiaba el piso, hacía las camas, limpiaba el baño, ayudaba en la cocina, dormía unas tres horas y el resto trabajaba y trabajaba.
Cuando el hotel se consolidó y se pudo contratar más personal se convirtió en agente local Aerocav, un servicio de correos y paquetería muy eficiente, por cada paquete pagaban dos bolívares con un real, Livio tomaba los sobres y los entregaba por Carora, una calle, carril, avenida o urbanización donde no viajaba en bicicleta. ¿Algunas mujeres han preguntado por la salud del remitente, pensando que las cartas me fueron entregadas directamente a mí…? ¿Le gustó a fulano?.. Él respondió, muy bien señora, su hija está muy bien, pedaleando a toda velocidad para no entrar en más detalles.
Livio Martinengo se convirtió más tarde en uno de los empresarios más importantes de Carrora. promotor deportivo.
Jorge Euclides Ramírez