El agua es vida. El agua nutre. No dejar a nadie atrás. Estas frases conforman el tema al que estará dedicado el Día Mundial de la Alimentación, a celebrarse el próximo 16 de octubre. Razones sobran para que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) decidiera dedicar la efeméride más importante de su calendario al agua, para promover su uso racional y eficiente.
El agua constituye más del 50% del cuerpo humano, cubre alrededor del 71% de la superficie del planeta y con unos pocos sorbos de agua el ser humano puede sobrevivir. Sin embargo, solamente el 2,5% del agua es dulce, apta para beber, para la agricultura y para la mayoría de los usos industriales. Estas estadísticas confirman la importancia de preservar el agua y fomentar su buen uso, porque como todos los recursos naturales, el agua dulce no es infinita.
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El rápido crecimiento de la población, el desarrollo económico y el cambio climático están poniendo los recursos hídricos del planeta bajo un estrés cada vez mayor. Actualmente, según datos de la FAO, alrededor de 2.400 millones de personas viven en países sometidos a estrés hídricos porque los recursos de agua dulce por persona han disminuido 20% en las últimas décadas. La disponibilidad, y la calidad del agua se están deteriorando rápidamente debido a decenios de uso y gestión deficientes, sobreexplotación de aguas subterráneas, contaminación y cambio climático.
Datos de la FAO revelan que, en 1960, en el mundo existían 10 zonas muertas en los océanos, que son áreas con alto contenido de nitrógeno y fósforo, producto del incremento de las actividades agrícolas e industriales, en donde ya no hay vida de ningún tipo. En ese entonces, esas zonas equivalían a unos kilómetros cuadrados; pero para 2020, esa cantidad se elevó drásticamente: había entre 400 y 500 zonas muertas en los océanos, cuya extensión se calcula sea similar al tamaño de la Unión Europea.
El agua es fundamental para las personas, las economías y la naturaleza, y conforma la base de nuestra alimentación. De hecho, la agricultura representa el 72% de las extracciones mundiales de agua dulce, de acuerdo a la FAO. El «agua que comemos” diariamente a través de los alimentos que consumimos es mucha más que la que ingerimos para saciar la sed. Basta pensar en los 15.000 litros que se requieren para producir un kilo de carne; o que para un ser humano es suficiente beber 2 litros de agua al día, pero para producir los alimentos que necesita una persona diariamente se requiere alrededor de 3 000 litros.
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Con una población creciente que cambia cada vez más su dieta hacia productos “hambrientos de agua”, debe hacerse todo lo posible para mejorar la forma en que se utiliza el agua en la agricultura, y aprovechar al máximo unos recursos hídricos limitados.
La agricultura enfrenta retos complejos de aquí al 2050 para alimentar a una población que se calcula alcanzará los 9.000 millones de personas; por lo que se necesitará más agua para producir 60% de los alimentos adicionales que se calcula serán necesarios. La labor de la Organización en el agua se centra en un uso en la agricultura más eficiente, equitativo y respetuoso con el medio ambiente.
El norte debe ser: Producir más alimentos con menos agua; crear resiliencia en las comunidades agrícolas para hacer frente a inundaciones y sequías; y aplicar tecnologías de agua potable que protejan el medio ambiente.
La contribución del mijo
La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró al 2023 como el Año Internacional del Mijo, con el propósito de crear conciencia sobre sus beneficios nutricionales y de su capacidad de proveer alimentos en zonas áridas. Con frecuencia, se trata del único cultivo que puede cosecharse en temporada seca, por lo que el mijo puede ser una fuente vital de alimentos para las poblaciones vulnerables a la inseguridad alimentaria.
Adicionalmente, el mijo es muy tolerante a sequías. Puede cultivarse en condiciones climáticas adversas y cambiantes, dado que puede crecer en tierras áridas con una cantidad mínima de insumos. Esta característica le otorga otro valor agregado al mijo, pues con una producción sostenible podría convertirse en una solución ideal para que los países aumenten su autosuficiencia y disminuyan la dependencia de la importación de cereales.
En general, en Venezuela el mijo puede ser cultivado en una amplia variedad de suelos y ambiente. Las áreas de mayor potencial son Lara, Falcón, las depresiones de los lagos de Maracaibo y Valencia y algunas zonas de los llanos occidentales, centrales y orientales.
Promover la producción del mijo, y agrícola en general, con menor consumo de agua posible es el reto al que se enfrenta la población; es por ello que el Día Mundial de la Alimentación 2023 está dedicado al uso eficiente del agua, lo que contribuye a alcanzar la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible Hambre Cero y Acción por el clima, sin dejar a nadie atrás.
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